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PEDRO PRIETO Y JOAN TORRES En un momento determinado, Bachari, el chófer, 50 años, casado y padre de cuatro hijos, que se orienta divinamente a través de las pistas del desierto, carreteras de quita y pon que van abriendo los coches tratando de llegar a sus destinos, se sale del asfalto, recorre cien metros sobre la arena y regresa de nuevo a la carretera. «Según se cuenta, en ese tramo fue enterrada una mujer santa "explica Xerif". Luego llegaron los argelinos y, construyendo esta carretera, asfaltaron donde estaba su tumba. Se dice que por las noches la difunta se aparecía caminando sobre el asfalto y conminando a los conductores a que se desviaran. Bachari jamás pasa con su coche por ese tramo».

ENVIADOS ESPECIALES

El camino hasta Esmara es como el de la mañana, aunque más largo. Salvo cielo y arena, dividida por la franja negra del asfalto que cubre la estrecha carretera, no hay nada más. Sólo calor, moscas y la soledad más absoluta, rota de tarde en tarde por otro coche que, o se cruza con el nuestro o lo adelanta.

Esmara es una de las cuatro provincias que, junto con el municipio del «27 de febrero» y la capital, Rabuni, constituyen el Sáhara Occidental en el exilio. «Las otras tres "apunta Xerif" son Aaium, Auserd y Dajla, ésta a unos 140 kilómetros, por lo que no vamos a ir, pues vistas las tres, vistas todas».

Cada provincia, o wilaya, que han tomado el nombre de las ciudades más emblemáticas del Sáhara arrebatado por los marroquíes, está formada por 6 dairas, o pueblos "«excepto Dajla, que tienen 7», señala el guía", a razón de cuatro barrios por daira. En realidad, tanto la wilaya como cada una de sus dairas no son más que campamentos de refugiados, compuestos por tiendas de campaña, o jaimas, de color verdoso, algunas con parches de lo viejas que se han quedado, unidas a sencillas edificaciones de adobe que hacen las funciones de cocina y baño, plantadas con cierto desorden sobre la arena. ¿Que por qué tan separadas entre sí las wilayas, y no más juntas, con lo cual se evitarían problemas de comunicación, así como de desplazamiento, a la vez que se simplificaría en gran manera la cuestión administrativa? La explicación es tan simple como lógica: «Cuando llegamos a estas tierras lo hicimos huyendo de alguien que nos perseguía, Marruecos, pretendiendo lo peor para nosotros "piensa en voz alta Xerif"; por tanto cuanto más dispersos estuviéramos dentro de un mismo territorio, más difícil se lo poníamos al enemigo; por otra parte, si se declaraba alguna epidemia, mejor estar separados, así sólo la sufrirían unos pocos. También está el sentimiento saharaui: al haber cuatro provincias, a cada una se le puede dar el nombre de una de las ciudades queridas».

Entramos en Esmara por entre dos pilares que nos dan la sensación de que son una puerta que le han puesto al campo, en este caso al desierto, pilares o puertas que veremos en las entradas de las demás 'wilayas', donde tienes que reducir la velocidad de tu vehículo a fin de que el centinela vea quién eres y te permita pasar. Porque como trates de entrar por otro lugar, quedas bajo sospecha, lo cual no es recomendable. Desde esa puerta se ve, a la derecha, el pequeño cementerio, que visitaremos al día siguiente.

Tras dejar las bolsas en las dependencias de Protocolo, pues vamos a hacer noche allí, nos dirigimos a la escuela Castilla La Mancha II "denominada así porque fue construida con dineros de esta comunidad" donde la directora, Jneitu Abdi, nos tiene preparados a los niños que en el último verano estuvieron en Eivissa, Menorca y Mallorca "¡chapeau, Fatma!, por saber organizar todo esto desde tan lejos, y sólo con un fax, pero ¡cuanta eficacia!". Son tantos, y es tan difícil ordenarlos y preguntar de uno en uno quién es, y dónde, y con quién estuvieron en las Islas, que optamos por elegir a unos pocos, con los que nos trasladamos a sus jaimas y así, de paso, conocemos cómo viven y quiénes son sus padres.

De este modo, Metu Mohamed, que estuvo en Menorca "no recuerda en qué ciudad", en casa de Miquel y Xisca, padres de Isabel y Joan, a quienes manda muchos besos, nos presenta a su madre, Dajna, y a su abuela Bunima, ambas ataviadas con melfa oscura y la abuela con las manos tintadas de henna, una crema que, además de embellecer, cuida la piel. O al menos eso es lo que se cree por aquellos pagos.

No muy lejos de allí nos encontramos con Dida Sadad, que llega con su madre Gueibula Azizi, directora de preescolar, que nos dice que la niña ha estado en Eivissa con Ramón y Lola, padres de Silvia, José Manuel y Gorra.

Daj Salam, que viste del Barça, nos conduce hasta su 'jaima', situada en uno de los extremos de la 'daira' Tifariti. Su madre, Tag Slama, se encuentra en el hospital, pero nos trae su foto para que la conozcamos. También nos muestra la de la familia de Cala Rajada con la que estuvo el verano pasado. Son Manolo y Antonia, «y sus hijos se llaman Guillem, Dani y Juan Manuel, a quienes no olvido». Le pide a su tía una pulserita de colores que nos entrega con el ruego de que se la hagamos llegar a sus papás de Mallorca. Acto seguido nos presenta a su abuelo. Se llama Slama Sidi, tiene 85 años y viste el típico darraa de color blanco, a juego con sus cabellos. Es un hombre de aspecto venerable que recuerda como si fuera ayer el día en que tuvieron que salir de sus tierras junto al Atlántico, en las que quedaron tres de sus cuatro hijos, muertos en combate contra los marroquíes, tierras a las que confía volver a ver antes de morir, «pues nos las tendrán que devolver». El viejo nos hace un aparte y nos ruega que transmitamos a la familia de Cala Rajada que «las puertas de nuestra 'jaima' siempre estarán abiertas para ellos, a quienes confiamos ver pronto por aquí».

Ahora estamos en la 'jaima' de Fen Ramadan, quien nos presenta a su madre, Salma, y a su hermana Nasra. Su papá está en el Ejército. Ella estuvo en Palma, en casa de Toni y Pili, padres de Mari, Laura y Pili.

Las familias de todos estos niños están encantadas de que hayan pasado dos meses en las Islas, de donde "dicen" han regresado muy motivados, «y algo más gorditos de como se fueron». Confiesan también que les ha entusiasmado conocer el mar y ver cómo son los peces.