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La segunda jornada del debate sobre el estado de la autonomía llegó a tener momentos de tensión que no hacen sino revelar las interioridades de un pacto político a varias bandas que sufre fisuras, desacuerdos o, simplemente, encontronazos. La nota discordante la puso ayer por la mañana la líder de Unió Mallorquina y presidenta del Consell Insular, Maria Antònia Munar, al enfrentarse a Francesc Antich en un tono desafiante en el que le recordó los compromisos adquiridos con las instituciones insulares. En su intervención, la socia del Pacte de Progrés criticó la actuación del Govern en sus primeros cien días, provocando una tensión en el ambiente que Antich no quiso secundar. Sin duda la actitud de ambos demuestra que no es oro todo lo que reluce y, como bien propuso Eberhard Grosske en su discurso, quizá es el momento de replantearse el pacto.

Pero la sangre no llegó al río y por la tarde, cuando Munar tuvo ocasión de replicar a Antich, se abstuvo de hacerlo para no caldear aún más la situación. Algo que también ocurrió en el enfrentamiento entre el ex presidente Jaume Matas y Antich, que se enzarzaron en una discusión en la que llegaron a levantar la voz y golpear la tribuna acusándose mutuamente de corrupciones pasadas, de ineficacia y de condenar a la sociedad balear a un empeoramiento de sus condiciones de vida.

Lo cierto es que un debate sobre el estado de la autonomía debería servir para compartir anhelos y proyectos destinados precisamente a mejorar la vida de los ciudadanos. La crítica negativa, las acusaciones, los gritos y hasta los insultos no conducen a nada y eso lo saben todos ellos. Menos mal que, al final y a pesar de todo, Francesc Antich tendió una mano a la oposición y le pidió un diálogo constructivo para consensuar temas de interés para las Islas. Una postura digna de elogio, aunque tal vez un poco tardía.