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Tres veleros en crucero turístico coincidieron el pasado fin de semana en Palma, llenando de pintoresco sabor la dársena de Ponent. Sus aparejos a la vieja usanza exhiben sus jarcias firmes y de labor entre vergas y obenques, recordando una escena marinera del siglo XIX. Y es que a bordo reina una rancia atmósfera náutica plena de anacrónica autenticidad. Una forma de viajar que día a día cobra más adeptos, entre quienes buscan el placer de navegar sin renuciar a la aventura.

Los veleros reunidos en Palma fueron los alemanes «Lili Marleen» y «Mary Anne» y el holandés «Atlantis», de tres palos y con aparejo de bergantín-goleta. Poseen alojamientos para una treintena de pasajeros ávidos de sentir el contacto directo con el elemento marino. En abierto contraste con los modernos hoteles flotantes, estos buques no ofrecen shows espectaculares ni se puede jugar en el casino o acudir a sofisticados gimnasios. La distracción viene dada por la propia vida en cubierta, al ímpetu del viento, o la plácida lectura bajo los mástiles, mientras la vista contempla cómo rompen las olas bajo el bauprés, o se pierde en lontananza siguiendo la estela tras la botavara, o se opta por participar en las tareas marineras del izado o arriado de las velas.

Con frecuencia estos veleros, de poco más de cincuenta metros de eslora y cuyos alojamientos son comparables a los que poseían sus ilustres antecesores (un salón de estar y comedor con bancos de madera junto a sencillos camarotes con ojo de buey), navegan fuera de las grandes rutas turísticas y visitan puertos inaccesibles para los buques de crucero. Así, en Mallorca recalan en Sóller o el Port de Pollença y las últimas calas vírgenes de la costa de Llevant. Fondeados allí, sus viajeros (que no propiamente turistas) se zambullen a veces en unas tranquilas aguas no accesibles por tierra, casi siempre solitarias, como las que ofrecen los últimos enclaves apartados de Menorca, Eivissa y Formentera. La Riviera francesa e italiana, Córcega, Cerdeña y las islas griegas más secretas, o con rumbo al exótico Oriente, hacia el Mar Rojo y hasta los legendarios emiratos del Golfo Pérsico.