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Durante este año más de cuatrocientos cruceros de lujo con medio millón largo de pasajeros utilizan el puerto de Palma en sus itinerarios por aguas del Mediterráneo. Muchos de estos buques tienen en Mallorca su base de operaciones y, en combinación con el aeropuerto, reciben a los cruceristas por vía aérea procedentes de Gran Bretaña y Alemania, principalmente. Esta circunstancia y el atractivo de la noche palmesana en temporada alta determina la estancia de estas unidades durante la noche en la bahía.

Es entonces cuando sus grandiosas moles encienden todas sus luces, configurando una espectacular escenografía. Ya es habitual durante los fines de semana, entre el jueves y el domingo, contemplar tres, cuatro o hasta cinco transatlánticos listos para zarpar a medianoche, completamente empavesados de focos y bombillas. En las chimeneas, siempre humeantes, ostentan relucientes los colores de sus navieras. Desde sus pasillos, ventanillas y ojos de buey, los pasajeros se alinean agitando sus brazos, mientras la borda se separa lentamente del muelle. Mientras tanto, la tripulación de cubierta, al mando de los oficiales, se afana por recoger las estachas que una tras otra sueltan los bolardos de amarre. Entretanto, en cubierta resuena la música de baile.

En el momento mágico de la despedida los «liners» más representativos hacen sonar sus poderosas sirenas, cuyo bramido, audible a kilómetros a la redonda, subraya su majestuosa salida por la bocana. Tres toques largos que, con frecuencia, son saludados de forma recíproca cuando coinciden dos navíos de la misma compañía. Un elemento de seguridad pleno de tradición que llena de carácter las aguas del puerto. La operación exige en las unidades más antiguas la presencia de remolcadores que, a proa y a popa del casco, ayudan a maniobrar a los acerados colosos marinos. Estas pequeñas embarcaciones y el duro trabajo que realizan dan un toque pintoresco a la salida, acentuando su imagen emotiva. Los buques más modernos, dotados de hélices laterales, pueden prescindir de su presencia, aún en días de viento moderado, lo que abarata el servicio de atraque y desatraque.