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Entre piedras, picos, alguna que otra moneda y muchos restos de la civilización romana que ocupó la ciudad de Pollentia durante varios siglos, un grupo de jóvenes estudiantes de arqueología ha trabajado una parte del verano. Llegaron de diversas universidades de España, como Helena, que vino de Valladolid, Cristina, de Zaragoza, o Miguel Àngel, que estudia y vive en Córdoba. Todos llegaron con ganas de trabajar duro para sacar adelante las excavaciones.

«Pensaba que estaba más cuidado; aquí hay muchas hierbas y matorrales», reconoce la catalana Inés González, quien cuenta lo contentos que se pusieron cuando uno de ellos encontró una moneda gordiana: «Todos fuimos corriendo a verla, y el pobre chico que la encontró apenas tuvo tiempo de verla porque se la quitamos de la mano».

En su trabajo, los estudiantes estuvieron acompañados por 5 monitores: Mateu Riera, Cati Jofre, Julio Rena, Maribel Mancilla y Toni Puig, dirigidos por Margarita Orfila y Antonio Arribas.

Tanto unos como otros hicieron el mismo trabajo. Sus días empezaban a las 8 de la mañana, hora en la que realizaban el trabajo de campo, en las ruinas y bajo un sol de rigor, en dos grupos: Uno en la zona del Capitolio y la de talleres; el otro, en la calle oeste.

Pasado mediodía iban a comer a Alcúdia y, tras un breve descanso, reemprendían la faena a las 4 y media de la tarde en el colegio que el Ajuntament d'Alcúdia les había habilitado para que pudieran clasificar y limpiar las piezas halladas. Después llegaba la cena y, si quedaban fuerzas y ganas, salían a dar una vuelta.