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Visten de rojo y blanco, poseen una buena condición física y unas ganas de trabajar inmejorables. Son chicos y chicas de entre 18 y 32 años que velan por la vida de todos los que van a pasar el día en la playa.

Desde hace aproximadamente 10 años, los 54 kilómetros de costa que recorren las playas que van desde Illetes a Camp de Mar cuentan con un servicio regular de socorristas que, de nueve a seis de la tarde, ofrecen protección a los bañistas.

«Hacemos de todo. Desde avisar a las personas que hacen ruido en la playa con los equipos de música a todo volumen, gente que lleva botellas de cristal o que está pescando dentro de la zona de baño, a salvamentos de gente que ha sufrido un corte de digestión, picaduras de erizos o arañas, embarcaciones a la deriva... Ayer mismo nos encontramos con que una persona mayor había sufrido un ataque al corazón. Nunca sabes lo que va a pasar», comenta Manuel Barné, coordinador de Protección Civil. Este equipo está formado por 34 socorristas, entre ellos cinco chicas, Irene, Olga, Sara, Sandra y Olivia, tres patrones de salvamento, 1 auxiliar y un coordinador de Protección Civil.

Dividen toda la zona en dos sectores y distribuyen a los socorristas en solitario o en grupos de dos o tres personas según la capacidad, el riesgo y las características de la playa. Cuentan con cuatro embarcaciones que recorren la costa, vehículos de rescate y disponen de un botiquín de mano con material de primeros auxilios, camillas para cada puesto de control así como sillas anfibias para que los disminuidos o ancianos puedan disfrutar de un baño refrescante con toda la seguridad.

«Para ser socorrista hay que tener una titulación adecuada para el cargo que se va a desempeñar, una buena preparación física y superar unas pruebas teóricas. Después, se les realiza una entrevista personal y pasan a formar parte de una bolsa de trabajo. Una vez que están dentro de ella se coge a la gente necesaria y el resto queda como reserva por si se produce alguna baja», añade Manuel.

La temporada para estos vigilantes comienza el uno de mayo y finaliza el treinta de octubre. Cobran alrededor de unas ciento diez mil pesetas, trabajan cuatro días a la semana y libran tres porque, según el coordinador, «este trabajo requiere un alto grado de atención y un gran esfuerzo psicológico, así que deben concentrarse mucho ya que si no están descansados no sirve de nada».

Desde hace unos meses ofrecen un servicio nocturno, de doce a cinco de la madrugada, en toda la zona de Punta Ballena. «Atendemos cualquier incidente. Generalmente suelen ser chavales jóvenes que a esas horas de la noche están bebiendo. Tratamos golpes, heridas, comas etílicos y esperamos a que sean trasladados, si es necesario, a hospitales. Lo que pretendemos con este servicio es proporcionar una pequeña asistencia médica al herido mientras se espera la llegada de la ambulancia. Se inició con la Universiada pero parece ser que va a continuar durante estos meses. La gente está contenta», añade Miguel.