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Entre la constitución de los ayuntamientos, las expectativas de pacto para gobernar Balears y la finalización de las obras de las instalaciones deportivas para la Universiada y el inicio de ésta, pudo pasar casi inadvertida la noticia de que la tasa de paro en toda España y, particularmente, en Balears, ha descendido del 10 por ciento de la población activa, lo que según el INEM no sucedía desde hace casi veinte años, aunque las centrales sindicales discrepan, algo que no puede considerarse normal, pero es habitual.

Lo cierto es que la evolución en Balears es muy positiva si se tiene en cuenta que se sitúa en el 4'63 por ciento, aunque este índice se dé en el mes de junio, cuando la temporada turística inicia su frenético ascenso. Pero reducir el paro a la mitad en tan sólo cuatro años es algo que debe considerarse un éxito, pese a todas las circunstancias favorables. Entre las que se halla el gran momento económico por el que atraviesan las Illes Balears, especialmente por lo que a inversiones se refiere.

Según constatan los ayuntamientos, la fiebre inversora es enorme en estos momentos y amenaza con aumentar constantemente. En algunos de ellos, como el de Calvià, puede agotarse el suelo urbano o urbanizable en pocos años. El sector de la construcción y, en buena parte, el hotelero precisan trabajadores y existe un trasvase espectacular de la hostelería a la construcción con ofertas económicas sustanciales.

Esta situación, los contratos temporales, las empresas que los gestionan y la avalancha de inversiones antes de que llegue definitivamente el euro certifican que éste es un momento especial pero que esta bonanza es temporal y no tiene una base sólida, por lo que hay que tomar las precauciones necesarias para que esta indudable bonanza económica no sea pan para hoy y hambre para mañana.