Cientos de mallorquines viven cada año en Ciutadella la gran fiesta que da inicio al verano. Foto: PEP ROIG.

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Por mucho que los jóvenes, algunos, entonen en estribillo continuo de «no en volem cap que no sigui d'aquí», si no se producen acontecimientos indeseados, mucho me temo que tendrán que continuar con su reivindicación festiva a modo simbólico, puesto que en Ciutadella, en estos días de las Festes de Sant Joan, los mallorquines empiezan a constituirse en una minoría que cada vez lo es menos, y lo mismo pasa con los visitantes españoles y extranjeros.

Y esto se entiende una vez que se ha tenido la ocasión de presenciar, participar y vivir la fiesta, nada convencional, en la que el verdadero y principal protagonista es el pueblo ciutadellenc, representado por la Junta de Caixers, cuya máxima autoridad es el Caixer Senyor, estamento popular que se renueva cada dos años. Y es esa autenticidad de la fiesta el principal atractivo, con lo que no resulta extraño que la esa popularidad vaya en aumento más allá de los límites municipales y de la isla.

Una de las premisas que debe de tener claras el visitante neófito es que va a participar a una fiesta en la que las aglomeraciones son el denominador común, y en esas aglomeraciones resulta imposible, o casi, poder controlar a los que confunden la fiesta con el gamberrismo, aunque es preciso señalar que, sorprendentemente, los incidentes son mínimos, a pesar de la gran cantidad de gente que se concentra en Ciutadella durante estos días festivos, y tal vez eso sea un atractivo más a añadir a la singular fiesta, que rezuma solemnidad, rigor y protocolo, por más que para los que no conocen el significado de la fiesta ésta pueda dar la impresión de anarquía cuando, en realidad, es todo lo contrario, ya que todo cuanto sucede está previsto.

La espectacularidad de la Festa de Sant Joan de Ciutadella es una constante, especialmente por las evoluciones de los caballos y los jinetes en los singulares «caragols» en que los Caixers consiguen hacer levantar sus monturas sobre sus dos patas traseras, siempre jaleados por la multitud de jóvenes que no dudan en acercarse al máximo, en una arriesgada comunión perfecta, para lograr esa singular figura del caballo erguido, que los más expertos consiguen mantener muchos segundos, logrando como premio el aplauso general.

La jornada de ayer comenzó a las 7.45 de la mañana, apenas cuatro horas desde que se dieran por finalizados los multitudinarios actos de la víspera. A esa hora, el Fabioler solicitó permiso al Caixer Major para comenzar el «replec» de los Caixers y la formación de la «Colcada». Una vez finalizada esta tarea, el Fabioler pidió permiso al Caixer Senyor para ir en busca de la bandera, tras lo cual el Caixer Senyor se incorporó a la comitiva dando comienzo el «Caragol de Santa Clara».