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S eis mil turistas, la mayor parte de ellos británicos, durmiendo en Son Sant Joan no es una buena noticia, sino todo lo contrario. Pero el motivo de que se dejara literalmente tirados a presuntos viajeros, es una auténtica vergüenza: los controladores aéreos, que ganan más de once millones brutos al año y quince mil pesetas por hora extra trabajada, han planteado sus nuevas peticiones, pese a que, a principios de este mismo año, se les aumentó nada menos que tres millones anuales de retribución.

Nada tenemos contra estas peticiones pese a que el dinero sale de nuestros bolsillos, pero las medidas de presión son inaceptables. Si hay algo peor que una huelga salvaje, es una huelga de celo, es decir, trabajar extremando la lentitud de las acciones laborales mientras dura el conflicto y, solucionado éste a favor de los huelguistas, volver a la actividad normal.

Decimos normal, porque es el ritmo que se aplica con toda normalidad. Pero dejar el aeropuerto de Son Sant Joan diez horas nocturnas con un solo controlador en la torre, es absolutamente vergonzoso, ya que estuvo a punto de provocar el colapso y el cierre de Son Sant Joan. Todo un riesgo añadido al hecho de tener una desconsideración tan grande por intereses legítimos como los de los pasajeros, los demás trabajadores "incluidos los distinguidos afiliados del SEPLA" y el bien común y los derechos de todos los ciudadanos, totalmente pisoteados.

Actuaciones como la de anteaanoche demuestran la clase de gentes que dirigen estos sindicatos y el concepto que tienen muchos trabajadores, en este caso de elite, por lo que son las obligaciones profesionales. Al margen, claro está, de la desconsideración con otras personas a las que se les maltrata con desprecio.