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Catherine Zeta-Jones es una chica que sabe esperar. A esta hermosa galesa, de pelo oscuro, con bastantes años de teatro a sus espaldas, a quien descubrió Spielberg para la serie Titanic pero, sin embargo, hasta que no irrumpió en la pantalla grande de la mano de Antonio Banderas "uno de los hombres que mejor besan de España, según confesión de la propia Zeta (suponemos que dirá que los mejores besos de Escocia los da Connery, a quien califica de superprofesional «que te ayuda en todo momento» y... pues quién sabe, si los mejores de Mallorca son los de Douglas)" y Anthony Hopkins en «La marca del Zorro», poco, o nada, sabíamos de ella, a pesar de que «empecé a subirme a los escenarios a los diez años, poco más o menos cuando apareció aquella foto mía en el Times con el titular de 'Ha nacido una estrella'» y que «desde entonces no he parado, alternando mis trabajos en el teatro con el baile de claqué, que no se me da mal. Y desde luego, desde hace dos años no hago más que trabajar intensamente, por lo que necesito descansar y reflexionar sobre mi carrera».

Esta guapa galesa, que reconoce que no conoce a John B. Toshak, habla galés "«En las escuelas de Gales, las clases se imparten mitad en inglés, mitad en galés, y así la lengua se convierte en instrumento de reivindicación nacionalista, como ocurre en otros lugares»", lo cual «ha representado una dificultad en mi carrera ya que he tenido que depurar mi acento inglés».

Ahora, tras haberla visto en La Trampa, donde encarna a Gin, una ladrona de guante blanco que mantiene una relación odio"amor"amor"amor con el también ladrón de guante blanco Sean Connery, con quien hubiera trabajado gratis "confesó recientemente", y también habiéndola tenido tan cerca en Mallorca estos días, sabemos un poquito más de ella. Por ejemplo, que es hermosa, guapa, inteligente, sencilla, cauta, "¡y tanto!, como que le ha dicho a Banderas que nones a la oferta que le hizo para interpretar en la gran pantalla «El fantasma de la ópera», en señal de que es mejor esperar que precipitarse", que desde hace poco se ha instalado en Los Angeles, con dos de sus hermanos, en una preciosa casa que acaba de adquirir, que domina el tai-chi y el limbo, sino de qué elude tan plásticamente el enjambre de lasser que aísla la careta a robar. «Todo eso está bien, pero si hay buen cuerpo y todo lo demás, pero no estas preparada para actuar, no consigues nada».

Si Demi Moore fue la estrella de los 80 y Julia Roberts lo es en los 90, ella lo será del 2000. No lo duden. Hollywood necesita caras nuevas y ésta lo es. Y encima es una excelente actriz, con mucha escuela y "según cuentan" con un gran aval: Michael Douglas, con quien, como ya les conté el miércoles, pasa unos días en s'Estaca. ¿Idilio a la vista? Vayan a saber. Ellos no cuentan nada; pero si una imagen vale más que mil palabras, échenle un vistazo a algunas del campo de golf número 2 de Santa Ponça. Evidentes, ¿no?

Volviendo a la Zeta-Jones del año 2000, no hace ningún comentario, ni tampoco sobre si se ve como sucesora de la Roberts. Es que ni lo comenta. Pero no importa: lo será. Ya verán como ella y las grandes producciones caminan juntas de ahora en adelante. Por cierto, aún no ha terminado The hauting of hil housse, con Liam Neeson. «Le falta un poquito, que espero que terminaremos en las próximas semanas, cuando regrese a América. Puede ser una buena película».

Se ha dicho de Zeta-Jones, de quien hemos descubierto parte de su anatomía "preciosa, por cierto" hace dos semanas en Interviú, en un robado "éste sí que es un robado, no el del Lequio" que le hacen en una lancha a bordo de la cual navega por no sé qué mares, que es una joven muy tranquila, amante del riesgo y muy divertida, lo cual rompe la norma que establece Sean Connery en «La Trampa»: si cambias de socio, cambias también de normas, pues "repito" por lo que hemos visto de ella estos días, sigue siendo como cuando aún no conocía a Douglas: una chica tranquila y muy divertida, y también, según se pudo apreciar la otra tarde en el golf de Santa Ponça, dulce, tierna y cariñosa.

Mi amigo Jeremy C. Willkox, un fotógrafo británico, de Leeds, emigrado a Estados Unidos, donde trabaja de free lance "un perro de los buenos, como diríamos en el argot", me llamó el jueves y me avisó del tema. «Voy detrás de ella. Llegamos el viernes. Te llamo», me encontré en el buzón de voz. No entendí si iba en su mismo avión, en el asiento de detrás de ella, o si lo de ir detrás de ella era un decir. Lo cierto es que Willkox jamás da una puntada sin hilo, así que me fui al multicines Porto Pi y me vi «La Trampa». Había que ponerse al día, porque, efectivamente, llegó. Llegaron, mejor: ella y él.

Como desde hace unos años a esta parte respeto la privacidad de s'Estaca, y por ende la de Michael Douglas, trazamos ejes cartesianos y montamos la guardia desde otros lugares suponiendo que, tarde o temprano, si no se quedan enclaustrados en la finca, pasarían por ellos. Y así fue. Ella fue de compras a Palma con otras dos jóvenes, una conocida, pues sale con frecuencia en los diarios, Natasha Zuppan, otra... Pues ni idea. Willkox es un maestro en el arte de camuflarse: calzón corto, camiseta de BCM, gorra visera de Mallorca, maquina «calzada» con un 70-200 y cara de 'guiri'. Visto en pleno Born parecía cualquier cosa menos un papparazzi.