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D ice un acertado refrán castellano que, donde menos se piensa, salta la liebre. En la actual guerra entre Yugoslavia y la OTAN, ha sucedido lo inesperado: el intermediario ha surgido donde nadie esperaba y confiaba. Mientras un buen número de representantes diplomáticos cruzaban Europa en busca de un primer acuerdo para que cesen las hostilidades, ha sido el reverendo Jesse Jackson, antiguo candidato demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, quien ha logrado la liberación de los tres soldados prisioneros de guerra y viaja con ellos a los Estados Unidos y con una carta de Slobodan Milosevic a Bill Clinton.

En ella, Milosevic hace una propuesta concreta con algunos detalles que han sido difundidos y que pueden ser objeto de discusión, pero que, a la vez, pueden constituir una de estas dos alternativas: una oferta sincera, derivada de la difícil situación en que ya se encuentra Serbia y el propio Milosevic; o una oferta inaceptable para que sea Clinton y, con él, la OTAN, Europa y todos los países aliados, quienes aparezcan como intransigentes.

Con todo, se abren fisuras en el bloque aliado, porque, en Estados Unidos, se le presenta un problema a Bill Clinton: lo que no ha logrado él, lo ha conseguido un demócrata, negro y pacifista "en lo que, en Estados Unidos se entiende como tal" y es muy improbable, por tanto, que Clinton promueva un ataque terrestre y menos que se le aprobara si lo propusiera.

Además, se están intensificando los errores en los ataques aéreos a Serbia, Montenegro y Kosovo, lo que incide desfavorablemente en el prestigio militar de la OTAN y aumenta considerablemente los argumentos de quienes concentran, en su postura antiOTAN y antinorteamericana, su oposición a la solución militar.