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«¡Buenos días, señora!: se acaba de caer una farola encima de su coche»
Catalina Alemany Colombàs no olvidará en muchos años la mañana del jueves Lardero del 99. Sí, porque cinco minutos antes de ir a ocupar el asiento de su coche para ir a trabajar, la Policía Local llamó a la puerta de su casa y «buen día, señora, se acaba de caer una farola en su coche». Catalina bajó las escaleras, salió a la calle y... ¡ostras, Pedrín! La farola había penetrado como un obús por el parabrisas. De haber estado ella sentada frente al volante, lo más seguro es que se hubiera tragado los cristales rotos y hubiera recibido un golpe en cualquier parte de su cuerpo. Por fortuna, no fue así. Tan sólo el susto, y ahora los problemas que conlleva la reparación del daño material.

Nadie duda, y mucho menos Catalina Alemany, que el seguro, Cort o Sant Sebastià, pagará las costas del cristal y demás desperfectos, pero no hoy seguramente. En la España que va bien y en la Palma en que si las cosas fuera mejor de como van, se rompería. Deberán pasar días, para que las diligencias que sigan a los informes de los peristas culminen en la resolución satisfactoria para la parte perjudicada, o lo que es lo mismo, en que tenga el coche arreglado, a su disposición. Lo más justo sería que en lo que esta ciudadana tiene el coche en condiciones para circular con él, el Ajuntament, propietario de las farolas, pusiera a su disposición otro coche.