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T ras los últimos acontecimientos violentos registrados en Euskadi, el último de ellos fue el lanzamiento de más de cuarenta cócteles molotov contra viviendas de la Guardia Civil en Getxo, cobran especial relevancia las manifestaciones efectuadas por el rey Juan Carlos, que posteriormente fueron anuladas por las agencias al haberse producido en un encuentro informal con la prensa, en el sentido de que deben continuar las conversaciones con el entorno de ETA. Por su parte, Aznar señalaba que no es compatible el diálogo y la participación en las instituciones democráticas con la violencia. Aunque ambas manifestaciones puedan parecer contradictorias, realmente no lo son, en tanto que el mensaje de Aznar es una advertencia que pretende el cese de los incidentes y el del Rey una exhortación a seguir por el camino de la paz. Por ello, podemos concluir que, pese a su apariencia de enfrentamiento, ambos mensajes tienen pleno sentido dadas las circunstancias que vive Euskadi.

Si bien es verdad que desde la entrada en vigor de la tregua unilateral e indefinida anunciada por la banda no se han registrado nuevos asesinatos, también es cierto que se han producido ya actos de violencia callejera o actuaciones intimidatorias que no casan en absoluto con lo que debe ser el comportamiento democrático. En un principio era previsible que se produjeran este tipo de acciones violentas y es que no será nada fácil que algunos radicales acostumbrados a dominar por efecto del miedo aprendan a convivir con las nuevas reglas del juego. Pero ese y no otro es el camino que debe abrirse en este momento. Han sido demasiados años de sangre, violencia y muertes de inocentes como para que un grupo de descerebrados, a base de cócteles molotov o pasquines intimidatorios, acabe con la esperanza de paz definitiva.