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El menú preparado por Joan, su esposa Maria y un soldado, estaba compuesto por una exquisita variedad de pescado fresco, cap roig, rata, aranya y otros recién pescados, de primer plato, y un no menos suculento arroz de pescado de segundo. Para postre, melocotón en almíbar y turrones variados. Era la comida del jueves, día de Nochebuena, en la que en la isla de Cabrera se brindó por las fiestas de Navidad al tiempo que deseaba un venturoso futuro.

Este mismo día, en Cabrera nada indicaba que fuera Navidad, posiblemente por el reducido número de personas que estaban en la isla a causa de los permisos y las vacaciones navideñas: tres guardias civiles, Baldomero Díaz, Antonio Moltalvo y Antonio González; dos vigilantes del Parque Nacional, Javier Torres y Paco; un sargento, Salvador García Márquez (que había recibido la visita de su esposa), y ocho soldados a sus órdenes, además de Joan y Maria, que hace casi 30 años que tienen fijada su residencia en este lugar isleño de Balears.

Pero, al menos en apariencia, no hay quejas. Tal vez por este vínculo solidario que se establece al compartir un mismo espacio y una situación en común.

Uno de los soldados de reemplazo explicó a Ultima Hora que en Cabrera, siempre dentro de los límites del respeto, parece como si no existieran las graduaciones. «Alguna vez puede que venga un mando más quisquilloso que otro, pero normalmente aquí existe muy buena comunicación y nos sentimos como en familia».