Jugadores del Sankt Pauli celebran su ascenso con la afición. | Redacción Digital

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El Sankt Pauli es un particular club de fútbol alemán de un barrio de la ciudad de Hamburgo. Acaban de regresar a su primera división, la Bundesliga, tras más de una década de ausencia pero esta no es una información deportiva. Su trayectoria no puede decirse que sea excelsa, al menos atendiendo a su palmarés. Sin embargo, el Sankt Pauli es una entidad bastante conocida en el ámbito futbolístico por su particular sentido de la vida, que aúna ideología política y deporte. De hecho es especialmente apoyado por integrantes de las subculturas punk, rude boy y redskin, y su afición es mayoritariamente comunista y anarquista. No en balde el Sankt Pauli se declara oficial y abiertamente antifascista, antirracista, antisexista y antihomófobo. También se dicen antisemitas, y he aquí el quid de la cuestión que nos ocupa.

Los ataques de Hamás contra Israel que dejaron más de mil israelíes muertos el pasado 7 de octubre provocaron una reacción inmediata del Sankt Pauli. Desde entonces no han cesado de emitir comunicaciones que respaldan la acción del gobierno israelí en Gaza y el derecho a defenderse por parte de las autoridades de Tel Aviv, una opinión que la directiva comparte con la grada alemana, y que contrasta con la que expresan las comunidades en el exterior. Además, todo posible apoyo al pueblo palestino -que no a los islamistas de Hamás- es rechazado al interpretarse como un gesto antisemita.

Aparentemente la visión predominante en Alemania, incluso entre los grupúsculos de extrema izquierda, toma partido por Israel en una de las contiendas que articulan la polarización en nuestros días. Pues bien. Esta opción política ha sido incomprendida por distintos grupos de aficionados del Sankt Pauli a lo largo y ancho del mundo. Sonada fue una controversia con el numeroso grupo de aficionados de Glasgow, en Escocia, que acabó con la baja masiva de supporters. No ha sido un hecho aislado, y la discusión se ha ido ampliando en las últimas semanas.

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Es el caso, por ejemplo, de la delegación del Fanclub de los apodados piratas en Cataluña: «ante el blanqueo sionista del club de Hamburgo, hacemos una donación del dinero que quedaba en nuestra cuenta corriente a la Associació Pau Amb Dignitat. Un colectivo que trabaja por diversas causas, entre ellas Palestina», anunciaron recientemente a través de las redes sociales. Los seguidores catalanes del Sankt Pauli, o más bien los que hasta ahora apoyaban al club alemán desde el Principat, esgrimen que «la elección por esta entidad no ha sido motivada por otra cosa que su compromiso con el pueblo palestino, la paz y la recomendación de uno de nuestros socios, el cual ha trabajado/luchado con ellos».

«Ahora sí, hasta aquí llega el Fanclub Catalunya. Gracias a todas las amistades hechas a lo largo de estos años, un abrazo a la gente de L'Octubre –un casal independentista de Poblenou (Barcelona)– y que vivan las gradas anticapitalistas y antifascistas. Nos vemos en los campos y las calles».

Mientras tanto en Alemania siguen a lo suyo, convencidos de que su tesis es la más adecuada y pertinente, a la vista de los hechos. Algunas voces familiarizadas con la política alemana y su idiosincrasia singular refieren que el conflicto entre Israel y Palestina tiene en el país centroeuropeo un manejo sensiblemente diferente al que puede apreciarse en otros estados de su entorno: «Alemania siempre estará al lado de Israel, pese a todo y pese a todos».

Recordemos que el pasado miércoles, el presidente del Gobierno de España anunció el reconocimiento del Estado palestino junto con otros dos socios en el seno de la Unión Europea. Para justificar su decisión, Pedro Sánchez apuntó que el apoyo a Palestina es un sentir mayoritario de la población española. El jefe del ejecutivo central aseguró que había consensuado su posición con el otro miembro de la coalición de gobierno, y pese a la opinión de algunos afirmó que el reconocimiento a Palestina no se articula en contra de nada o nadie.