Disturbios en una ciudad francesa. | Efe - FRANCK DUBRAY

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El presidente francés, Emmanuel Macron, defiende la respuesta policial que se dio a los violentos disturbios que se produjeron en decenas de barrios conflictivos del país al comienzo del verano y considera que hay que «recivilizar» a los jóvenes implicados.

En una larga entrevista publicada este jueves por la revista Le Point, Macron analiza algunas de las causas de este estallido de violencia desencadenado por la muerte de un joven de 17 años a finales de junio en la ciudad de Nanterre, a las afueras de París, por los tiros de un policía cuando trataba de escapar de un control al volante de un coche para el que no tenía carné.

Señala que hubo «un inmenso aluvión de violencia, de violencia mimética, una voluntad de venganza» contra la policía, contra el Estado y contra todo lo que representa, pero «no hubo mensajes políticos, ni mensajes sociales ni religiosos». Detrás de eso, ve «una relación que no está resuelta entre una parte de la juventud y la autoridad, y en particular con las fuerzas de policía, pero no únicamente, porque la autoridad no es sólo una cuestión de seguridad».

También «un problema de integración» más que de inmigración, puesto que el 90 % de los participantes en las algaradas eran franceses de nacimiento que han vivido en marcos familiares y educativos que «han explotado».

La prueba está, según su análisis, en que «una inmensa mayoría de las personas detenidas» vienen de familias monoparentales o que habían tenido que recibir ayuda social a la infancia. De ahí que considere «esencial» abordar la cuestión de la familia, pero también la educación y «la regulación de las pantallas» -estima que las redes sociales tuvieron un papel importante en la propagación de los disturbios- y «la integración por la economía y el empleo».

«No hay que equivocarse, hacen falta menos pantallas y más escuela. Cuando no hay un marco, ni educación ni una relación con la autoridad que te lleve a una forma de razón, se llega a ese resultado», señala el presidente francés, que puntualiza que eso «no se gestiona con una matraca». En cualquier caso, Macron defiende la respuesta policial y judicial que se le dio con carácter inmediato a este estallido social, y que a su juicio fue lo que hizo que «no duró más que unos días».

«Fuimos implacables -subraya-. Tuvimos en 500 barrios a unas 10.000 personas que crearon desorden y procedimos a más de 4.000 detenciones. Se presentaron ante el juez 1.200, de los cuales más de 1.000 en comparecencia inmediata». Más allá de este episodio, el jefe del Estado rechaza las críticas de los que reprochan una supuesta debilidad frente a la delincuencia, y para eso da cifras: el pasado 1 de julio había 74.500 presos en las cárceles del país, cuando a finales de 2001 eran 48.000.