Unidades de Wagner en la ciudad de Rostov. | Reuters - ARKADY BUDNITSKY

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A las dos salidas para los hombres de Yevgueni Prigozhin en la compañía de mercenarios Wagner propuestas por el Kremlin como solución al desafío de primer orden planteado por estos, y que el propio Vladímir Putin explicitó en las últimas horas un discurso público, se le añade una tercera vía. Los combatientes pueden escoger un exilio en Bielorrusia, donde el régimen de Alexander Lukashenko promete darles cobijo, o bien firmar un contrato con el Ministerio de Defensa al que tanto ha criticado Prigozhin en su campaña en el este de Ucrania. También pueden decidir regresar a casa con sus seres queridos, en caso de tenerlos, aunque a decir verdad ese regreso está provocando problemas.

Los medios internacionales se han fijado en el hecho de que numerosos excombatientes de Wagner en Ucrania han regresado a casa, en algunos casos licenciados con su salario, pero en otros han vuelto heridos y esquilmados mental y físicamente. No hay que perder de vista que muchos de ellos son personas condenadas con crímenes de sangre a sus espaldas. Algunos han vuelto a sus hogares cambiados por la guerra, con problemas acuciados de alcoholismo y drogadicción. Como consecuencia ya se han desatado los crímenes y tropelías por parte de hombres que se sienten instrumentalizados en mitad de una pugna por el poder.

La agencia Associated Press (AP) ha relatado un caso concreto: cómo el regreso de un exconvicto a su pueblo natal provocó miedo y desconfianza en sus vecinos. Y con razón: «la policía dice que volvió a matar». «Cuando Ivan Rossomakhin regresó a casa procedente de la guerra en Ucrania hace tres meses, sus vecinos de este pueblo a 800 kilómetros al este de Moscú se sintieron aterrorizados».

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«Hace tres años, fue declarado culpable de asesinato y sentenciado a una larga pena de prisión, pero fue liberado después de ofrecerse como voluntario para luchar con el contratista militar privado de Wagner. Al volver a Novy Burets, Rossomakhin deambulaba borracho con una horca por las calles de la aldea, amenazando con matar a todo el mundo».

Los residentes cuentan que a pesar de las promesas de la policía de vigilar de cerca al exrecluso y excombatiente de Wagner, de 28 años, este fue arrestado en un pueblo cercano acusado de matar a puñaladas a una anciana que una vez le alquiló una habitación. Según los informes disponibles, él mismo confesó haber cometido el crimen. No transcurrieron ni diez días entre su vuelta a casa y el asesinato de su vieja casera.

La agencia de noticias norteamericana subraya que este no es un caso aislado, y cuenta con reportes de al menos otros siete ejemplos más; algunos incluso han aparecido en los medios de comunicación rusos y se dan a lo largo y ancho del territorio, desde Kaliningrado hasta el extremo siberiano.

AP recuerda los informes de la inteligencia británica, que hace meses advirtieron de las consecuencias de la intromisión en la guerra de «delincuentes a menudo violentos con experiencia de combate reciente y a menudo traumática», algo con lo que la sociedad rusa deberá lidiar al finalizar estos su servicio en el país vecino. El propio Prigozhin estimó en unos 50.000 los presos rusos reclutados para combatir en Ucrania, de los cuales más de 30.000 han regresado ya a su país.