Boris Johnson. | ANDREW PARSONS/10 DOWNING ST

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Con cerca de 40.000 muertos confirmados en el Reino Unido, la crisis del coronavirus está pasando factura a la imagen del primer ministro británico, el conservador Boris Johnson, acechado por las críticas tanto desde sus propias filas como desde una oposición laborista cada vez más dura.

El Gobierno comunicó hoy 176 nuevos fallecidos por la COVID-19 (fueron 359 ayer y 324 el martes), hasta un total de 39.904, y ha detectado 1.805 contagios en veinticuatro horas.

A pesar de que el país se mantiene como el más castigado de Europa por la pandemia, un sector del Partido Conservador presiona al primer ministro para reactivar cuanto antes la economía.

La desescalada que ha puesto en marcha Johnson en Inglaterra levanta recelos en ciertos ministerios, que reclaman celeridad, mientras que algunos asesores científicos del Ejecutivo la ven prematura y alertan de riesgos de un rebrote.

El jefe de Gobierno arrastra, además, la rémora de haber mantenido en el cargo a Dominic Cummings, su principal asesor, que indignó a la opinión pública al saltarse las normas del confinamiento en el pico de la pandemia.

Cummings, cerebro de la campaña del Brexit y el estratega que diseñó la llegada a Downing Street del exalcalde de Londres, juega un papel clave tanto en la respuesta al virus como en las negociaciones de la futura relación con la Unión Europea (UE), y Johnson ha decidido pagar el precio de mantenerle a su lado.

Tras estallar ese escándalo, el 43 % de los británicos desaprueba la gestión del jefe de Gobierno, frente al 37 % que la respalda, según una encuesta de Opinium.
Esas cifras contrastan con las del líder laborista, Keir Starmer, que tiene el beneplácito del 44 % de los ciudadanos y tan solo al 19 % en contra.

CRÍTICAS INTERNAS

La mayoría de diputados conservadores ha visto sus buzones de correo electrónico inundados con mensajes de votantes disgustados por el asunto Cummings.

Los parlamentarios dependen de los votos en sus circunscripciones para renovar su escaño cada legislatura, por lo que el daño en imagen que ha provocado el influyente asesor ha generado un profundo malestar entre ellos.

La propia ex primera ministra británica Theresa May, antecesora de Johnson, se ha visto obligada a publicar una carta abierta dirigida a los votantes de Maidenhead, su circunscripción en el centro de Inglaterra, en la que asegura que «entiende perfectamente la indignación» de muchos de ellos.

Contribuye a enrarecer el ambiente entre los conservadores la constatación de que Cummings tiene tanto o más poder que los ministros del Ejecutivo, a pesar de que nunca ha estado afiliado al partido y se define a sí mismo como «libertario» y «no 'torie' (conservador)».

«Es intolerable que el Gobierno de Boris esté perdiendo tanto capital político», ha criticado el diputado conservador Steve Baker, uno de los cabecillas de la facción favorable a un Brexit duro, que ha recalcado que «Cummings debe irse».

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El distanciamiento de Johnson con una parte de sus colegas se ha agravado, además, porque algunos de ellos defienden la necesidad de aumentar el ritmo de la desescalada para evitar un mayor deterioro económico.

Numerosos diputados «tories» han lanzado duras críticas a su propio Gobierno por la imposición de cuarentenas de catorce días a los viajeros que lleguen al Reino Unido a partir del lunes.

Mientras que el Ejecutivo sostiene que ese plan contribuirá a «salvar vidas» al evitar infecciones de coronavirus, diputados conservadores han subrayado el golpe que puede suponer para el sector turístico británico, que representa en torno al 6 % de la economía del país.

DUDAS SOBRE EL PLAN DE DESCONFINAMIENTO

Escocia, Gales e Irlanda del Norte se mantuvieron alineadas con la estrategia del Gobierno central durante las primeras semanas de la pandemia, a pesar de tener competencias para diseñar sus propias medidas, pero desertaron cuando Johnson anunció la reapertura de colegios, que se materializó el 1 de junio solo en Inglaterra.

A esas dudas se han sumado también algunos de los miembros del Grupo Asesor Científico para Emergencias del Gobierno (SAGE, en sus siglas en inglés), que han advertido de que existe el riesgo de un repunte de casos de la COVID-19 si se levantan restricciones antes de tiempo.

El principal consejero científico del Ejecutivo, Patrick Vallance, ha subrayado que, pese a que las cifras oficiales registran en torno a 1.800 contagios confirmados por día, los datos estadísticos apuntan a que se producen en realidad en torno a 8.000 infecciones diarias tan solo en Inglaterra.

«Tenemos unas cifras relativamente elevadas que todavía no están descendiendo rápidamente. Eso nos ofrece muy poco espacio para maniobrar. Debemos actuar con mucha cautela», ha señalado el asesor.

OPOSICIÓN EN EL PARLAMENTO

Las sesiones de control al Gobierno han cobrado un renovado interés desde que desde principios de mayo el recién designado líder laborista se encara semanalmente con Johnson en un Parlamento prácticamente vacío, debido a las medidas contra el coronavirus.

Starmer, exdirector de la Fiscalía de Inglaterra y Gales y abogado bregado en casos de derechos humanos, ha puesto en dificultades en más de una ocasión a Johnson con sus críticas cada vez más subidas de tono, a pesar de que al inicio de la pandemia se comprometió a colaborar «de manera constructiva» con el Gobierno.

La influyente jefa de política de la cadena pública BBC, Laura Kuenssberg, tituló «El abogado contra el 'showman'» su comentario tras el primer debate entre Johnson y Starmer.

Mientras los defensores del primer ministro aplauden la «energía» y «entusiasmo» de sus intervenciones, sus detractores critican su «falta de interés por los detalles», que le pasa factura ante las preguntas de la oposición, subrayó Kuenssberg.

Con las bancadas conservadoras casi vacías en la Cámara de los Comunes, Johnson no recibe el aliento que suponen los habituales aplausos y gritos de los suyos, lo que ha llevado a diversos altos cargos «tories» a reclamar que se acelere el regreso a las sesiones presenciales.