Un trabajador retira material tras el atentado de Túnez. | Efe

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Unos 2.500 turistas han abandonado Túnez en las primeras horas de este sábado a consecuencia del atentado sufrido en Susa, según informaron responsables de sector turístico. Asimismo, durante el día se espera que muchos otros abandonen el país.

El consorcio turístico TUI, que participa en la cadena hotelera mallorquina Riu, informó de que ya ha comenzado la repatriación de los turistas alemanes que solicitaron regresar a su país tras el atentado. En esta línea, el ministro francés de Exteriores, Laurent Fabius, anunció que en cooperación con los turoperadores repatriará a todos sus conciudadanos de Túnez que deseen regresar.

Todos ellos han partido de los aeropuertos aledaños y de la propia capital, donde se ha creado cierta confusión con la llegada de numerosos vuelos charter fletados por las compañías turísticas para recoger a sus asustados clientes.

Contactado por Efe, el Ministerio de Turismo no ha confirmado ni desmentido estas cifras y se ha limitado a apuntar que se está valorando el impacto real de la masacre.

Susa es un constante ir y venir de autobuses desde que el viernes a mediodía dos jóvenes se presentaron en la playa del hotel Marhaba Imperial, de la cadena mallorquina Riu, y abrieran fuego de manera indiscriminada contra las decenas de personas que tomaban el sol o jugaban en la arena.

Desde entonces, el desfile de maletas hechas a toda prisa tiradas por rostros tristes y nerviosos es la estampa más común en esta ciudad del sur tunecino asomada al Mediterráneo, donde el turismo es la principal actividad económica.

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La mayor parte se marcha impelidos por el propio miedo, otros por consejo de sus embajadas y agencias de viajes. «Hemos pensado mucho si quedarnos porque habíamos esperado mucho estas vacaciones. Pero nos han dicho que lo mejor es salir. Así que vamos para el aeropuerto», explicó una turista británica en uno de los hoteles vecinos al atacado.

En el hotel Kantauoi Center, ocupado principalmente por rusos, la situación era este sábado la contraria. Turistas tostándose al sol al ritmo de la música occidental y las actividades programadas por la dirección tunecina, como el aeróbic acuático, en marcha.

«No, no creo que vuelvan a atacar. Aquí en el hotel creo que estamos seguros. Hemos oído que se ha pedido a la gente marcharse, pero nuestra intención es quedarse», explicó en la piscina del hotel Ekhaterina.

El ataque ha supuesto el golpe de gracia a la industria turística de Túnez, país que hasta la fecha recibía unos 6 millones de visitantes y que comenzaba a repuntar tras cuatro años sepultada por la revolución que en 2011 derrocó el régimen dictatorial de Zinedin el Abedin Ben Ali.

El atentado de El Bardo acabó con el primero de sus pilares, los cruceros por el Mediterráneo que tenían en Túnez una de las paradas más atractivas. Y el del viernes busca hundir el turismo de sol y playa, el de los grandes hoteles-balneario del todo incluido que es el segundo sostén del sector en Túnez, que apenas ha desarrollado otras formas de turismo.

Y un golpe muy duro para el país en general, que ha transitado bien por la senda política desde la dictadura, pero que se mantiene rehén de los problemas económicos que en 2011 contribuyeron a desatar la revuelta.