El presidente estadounidense, Barack Obama, durante la comparecencia en la que anunció su decisión de iniciar un diálogo inmediato con Cuba. | Efe

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Historia, simbolismo y altas dosis de sofisticada diplomacia teñirán el viaje de la delegación del Gobierno de EEUU a La Habana que tendrá lugar este miércoles, una visita en la que el Gobierno Obama espera colocar de manera firme la primera piedra para los cimientos de una nueva era.

Histórico será el momento en el que Roberta Jacobson, secretaria de Estado para Latinoamérica, pise la isla en calidad de representante de Estados Unidos para comenzar el diálogo oficial entre los dos países, algo que no ocurría desde hace más de medio siglo.

La imagen de Jacobson y su equipo tendrá también un fuerte carácter simbólico pues será concebida como una primera prueba de fuego que marcará nuevas pautas para el orden bilateral entre los dos vecinos.

«Lentitud y cautela son las palabras claves para entender cómo avanzarán las negociaciones entre los dos países a medio plazo. Después de 56 años de hostilidad e interrupción de relaciones diplomáticas, los cambios llegarán, pero despacio y poco a poco», considera en conversación con Efe Vanni Pettinà, historiador latinoamericanista y experto en las relaciones EEUU-Cuba.

Es por eso que, como apunta a Efe el director del centro de estudios The American Dialogue, Michael Shifter, más allá de grandes titulares, es más relevante que la visita resulte en un diálogo calmado, próspero y optimista hacia la normalización de las relaciones.

«Nadie debe esperar grandes anuncios, sino un debate sobre medidas concretas para avanzar las relaciones bilaterales. Eso significa definir los términos y las condiciones que permitirían la apertura de las embajadas en La Habana y Washington», asegura el experto.

El viaje, que tendrá lugar el miércoles 21 y jueves 22, tendrá como objetivo discutir detalles logísticos sobre las legaciones diplomáticas y sobre cómo mejorar la cooperación en temas de migración. Sin embargo, como apunta Pettinà, «en este momento, en el contexto de los avances en el proceso de normalización, le toca mover ficha a Cuba».

La Habana liberó a los 53 presos políticos reclamados por Washington, pero las concesiones estadounidenses en la relajación de sus sanciones sobre viajes y asuntos comerciales que entraron en vigor el pasado viernes dejan la pelota en el tejado del Gobierno de Raúl Castro.

El historiador, autor del libro «Cuba y Estados Unidos, 1933-1959. Del compromiso nacionalista al conflicto», cree que ahora es Cuba quien debe poner de su parte y responder, tal vez con los mismos alivios comerciales, para comenzar a hablar de intercambio.

En este sentido, el experto no considera que las concesiones por parte de La Habana vayan a ser anunciadas «durante o a la conclusión» de la visita de Jacobson, pero sí ve probable que la delegación estadounidense intente que Cuba se comprometa a avanzar en esos ámbitos.

El director del Instituto de Investigación Cubano de la Universidad Internacional de Florida, Jorge Duany, coincide en que, tras el levantamiento «unilateral» estadounidense de las restricciones, «ahora puede ser el momento de que el Gobierno cubano haga algunas concesiones y sea recíproco con los gestos de EEUU».

Pero parte del reto para la Administración Obama se encuentra también dentro de sus propias fronteras con una férrea oposición de un sector del Congreso estadounidense, sobre todo republicanos, y en su mayoría hijos del exilio cubano.

Varios congresistas demócratas visitan este fin de semana Cuba, liderados por el senador Patrick Leahy, para observar de primera mano de qué manera está reaccionando la sociedad de la isla a este giro hacia el aperturismo, así como para intercambiar impresiones con oficiales del Gobierno de La Habana, la sección de intereses y otras representaciones diplomáticas como España o México.

Aun así, ninguno de los dos viajes hará cambiar de opinión a los más contrarios al régimen castrista dentro del Capitolio, pero el acercamiento «acelerará el restablecimiento de las sedes diplomáticas entre los dos países, poniendo a la oposición republicana frente a un hecho consumado difícil de revertir», añade Pettinà.

Y es que, según explica, la decisión de la Administración Obama de normalizar las relaciones con Cuba «no responde solamente a la exigencia de acabar con lo que era, evidentemente, un anacronismo histórico», sino a «una creciente y clara voluntad política del presidente por fortalecer sus lazos interamericanos».

«Está claro que Washington, más allá de su foco en Asia, está muy interesado en recomponer brechas, maduradas en los últimos diez años, y que han permitido a países como Rusia o China ampliar su influencia política y económica en el hemisferio occidental», insiste.

«La normalización de las relaciones con Cuba responde también a esta estrategia más profunda que busca fortalecer la solidaridad interamericana», concluye.