Sarkozy se entregó hasta la noche del viernes a una frenética campaña para intentar recortar la diferencia que presume con Hollande. | Reuters

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En los pasados cinco años, Nicolas Sarkozy pasó de ser un hombre que ganó a una nación con discursos rudos prometiendo dinero en los bolsillos de los trabajadores a ser el presidente más impopular en buscar la reelección en Francia.

La ardiente campaña del conservador en el 2007, y la determinación de llegar a la cima a pesar de ser el hijo de un inmigrante húngaro sin la educación de élite de sus pares políticos, atrajo a los jóvenes votantes, a los trabajadores de las fábricas y a los centristas a reunirse tras él.

Pero mientras pelea una batalla cuesta arriba para ganar un segundo período el 6 de mayo, la manera impetuosa y agresiva que lo elevó entonces, no sólo no logra seducir a los votantes enojados por el pesimismo económico, sino que parece estar pesando con fuerza en su contra.

Descrédito popular

Sarkozy, que prefiere relojes caros, las camisetas polo y la música pop al buen queso, el vino o la literatura, y a veces se muestra más como un peleador callejero que como un jefe de Estado, se estancó en las encuestas con bajos niveles de popularidad desde el comienzo de su mandato.

Un sondeo publicado una semana antes de la primera vuelta del 22 de abril encontró que un 64% de los encuestados estaban descontentos con él como presidente.

El único titular que se postuló a una reelección con una puntuación casi tan baja fue el conservador Valery Giscard d’Estaing, quien perdió las elecciones de 1981 frente al socialista Francois Mitterrand.

El mayor fracaso de Sarkozy a ojos de muchos votantes es que, en lugar de poner fin al flagelo del desempleo, como había prometido apasionadamente, las solicitudes de beneficios por desocupación han crecido en 750.000, su nivel más alto en 12 años debido a la crisis económica.

Sus principales reformas - aumentar la edad de jubilación de 60 a 62, flexibilizar la semana laboral de 35 horas, dar a las universidades una mayor autonomía y ajustar el sistema impositivo para alentar las horas extras y la propiedad de la vivienda - le han dado un poco de crédito entre los votantes.