La ministra suiza de Economía, Doris Leithard, y el director general de la Organización Mundial del Comercio, Pascal Lamy, ayer en el cierre del foro de Davos.

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ARANTXA IÑIGUEZ-DAVOS

Los líderes económicos y políticos del mundo se mostraron ayer en la localidad suiza de Davos pesimistas respecto a la duración de la actual crisis económica y financiera, que puede crear un descontento social generalizado. Al cierre del Foro Económico Mundial, que se celebra entre las nevadas montañas de la exclusiva estación alpina de Davos, el tono de los expertos fue negativo y preocupado.

El primer subdirector gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), John Lipsky, recordó que la economía global crecerá un 0,5% en el 2009, el comportamiento más débil desde la Segunda Guerra Mundial, y agregó que las economías avanzas están en recesión. Lipsky auguró que la magnitud de la ralentización en las economías emergentes podría ser la misma que en las economías avanzadas.

«A final de este año y a comienzos de 2010 podremos restaurar la economía global», dijo Lipsky. El FMI ha revisado a la baja sus pronósticos de crecimiento global hasta el nivel mínimo desde hace sesenta años y ha alertado de que hay que hacer hincapié para lograr una respuesta política internacional a la crisis del sector bancario con el fin de empujar a la economía de nuevo. En su estimación de noviembre, el FMI había proyectado que la economía mundial crecería un 2,2 por ciento en 2009, mientras que EEUU se contraería un 0,7 por ciento y la zona del euro caería 0,5 por ciento.

Algunas voces en el Foro Económico de Davos celebraron como un gran progreso que este año, al menos, los líderes políticos han reconocido que no saben nada y que tienen mucho que hacer.

La ministra de Economía, Finanzas y Empleo francesa, Christine Lagarde, alertó del riesgo de proteccionismo ya que muchos contribuyentes presionan a sus gobiernos para asegurar que los impuestos que pagan beneficien a sus propios países.

Sin embargo, la canciller alemana Angela Merkel ha reiterado su exigencia de crear un nuevo orden económico mundial, con el Estado como garante, como consecuencia de la crisis financiera que afecta a todo el planeta. «Necesitamos una arquitectura global para la economía común», afirma la canciller alemana en su tradicional videomensaje de los sábados que su oficina difunde por internet. A su juicio las estrictas normativas para los mercados financieros, sus productos y la banca en las que trabajan ya los países del G-20 no son suficientes por sí solas para evitar nuevas crisis en el futuro.