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DEVYANI RAO-KABUL
El secuestro de los 22 surcoreanos en Afganistán entró ayer en su noveno día con la negativa de las autoridades a descartar el uso de la fuerza como último recurso para liberarlos, una medida que, según los rebeldes, causará la muerte de los cautivos. En una nueva jornada de negociaciones en la provincia suroriental afgana de Ghazni, donde tuvo lugar el secuestro, el viceministro de Interior afgano, Munir Mangal dijo a Efe que, de no encontrar una solución pacífica para conseguir la liberación de los 22 rehenes, el último recurso podría ser el uso de la fuerza.

«Las conversaciones prosiguen e intentaremos resolver la situación mediante negociación, pero si no hay otra opción, usaremos medios militares como último recurso para lograr la libertad de los rehenes», dijo Mangal. Las declaraciones de Mangal causaron una rápida reacción entre los talibanes, cuyo portavoz, Qari Yousef Ahmadi, advirtió de que cualquier agresión contra ellos llevará a una respuesta fuerte por los guerrilleros del grupo que, según él, están bien preparados.

«Tenemos suficientes fuerzas para defender nuestra posición, pero incluso si intentan atacarnos no podrían llevárselos vivos», amenazó Ahmadi. La preocupación por la suerte de los rehenes aumentó este miércoles, cuando los talibanes ejecutaron al pastor protestante Bae Hyung-kyu, de 42 años, que lideraba el grupo humanitario.

Los rebeldes le dispararon con la excusa de que Bae, cuyo cadáver apareció con diez marcas de bala, estaba muy enfermo y no podía caminar. Las negociaciones han entrado en una nueva fase con la llegada anoche a Kabul de un enviado especial de Seúl, Baek Jong-chu, secretario jefe de Seguridad y Política Internacional, quien tiene previsto reunirse con el presidente Hamid Karzai, para buscar una salida al secuestro.

Baek solicitará a Karzai que muestre flexibilidad con las demandas de los guerrilleros y que, a petición personal del presidente de Corea del Sur, Roh Moo-hyun, convierta este asunto en una prioridad de su Gobierno.