La secuencia refleja la reacción del secretario general de la ONU junto a un impasible Maliki tras oírse la detonación. Foto: REUTERS

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OTR/PRESS-BAGDAD/MADRID
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, ya tiene con qué aliñar sus historias sobre diplomacia internacional para sus nietos. El máximo responsable de Naciones Unidas vivió su bautismo de fuego en Irak, precisamente en su primera visita al país mesopotámico desde que se puso al frente de la ONU en enero. Justo en el momento en el que el primer ministro iraquí, Nuri Al Maliki, aseguraba que la visita de Ban Ki-moon era «un mensaje al mundo» de que Bagdad va «camino a la estabilidad», la explosión de un mortero a 50 metros de la oficina del jefe del Ejecutivo iraquí sacudió a los asistentes, entre ellos a Ban Ki-Moon, evidentemente consternado por una deflagración en la «Zona Verde» de Bagdad.

Aunque el proyectil no causó heridos y sólo dejó un cráter de metro y medio a menos de 50 metros de la oficina del primer ministro, el ataque tiene su trascendencia en lo fuertemente protegida que está la «Zona Verde» de la capital. A la considerable sacudida que se produjo en la sala donde Ban Ki-moon y Al Maliki ofrecían la rueda de prensa y al sonido de la deflagración, el secretario general de la ONU respondió con un aspaviento, mientras que el primer ministro se mostró impávido, como habituado, y cuando uno de sus guardaespaldas fue a retirarle del estrado, se limitó a señalar «no pasa nada».

Con gesto de fastidio, Al Maliki vio cómo la insurgencia le hacía tragarse las palabras inmediatamente anteriores a la explosión del mortero. «Consideramos un mensaje positivo para el mundo el que Ban Ki-moon confirme que Bagdad ha vuelto a jugar un papel de anfitrión a importantes figuras internacionales porque ha hecho grandes esfuerzos para lograr la estabilidad», afirmó el primer ministro antes de que el proyectil interrumpiera su discurso, que acabó dos minutos más tarde.