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EP/AP-BAGDAD
Ayer fue ejecutado el ex vicepresidente iraquí Taha Yassin Ramadán por su implicación en el asesinato de 148 chiíes en la aldea de Dujail en 1982. Las organizaciones de derechos humanos y la mayoría de los gobiernos occidentales criticaron esta ejecución, pero Estados Unidos volvió una vez más a defender la limpieza del proceso y la soberanía de Irak para ejecutar a otro alto cargo del régimen de Sadam Husein.

Se trata del cuarto ejecutado por la masacre de Dujail, sucedida tras el intento de asesinato de Sadam Husein. El mismo caso ha terminado con las vidas del propio ex presidente iraquí, su hermanastro, Barzan Ibrahim (antiguo jefe de la Inteligencia), y Awad Hamed al Bandar (ex presidente del Tribunal Revolucionario), ejecutados en enero. Ibrahim fue decapitado durante su ejecución debido a la violencia de la caída y el poco grosor de la cuerda utilizada, una circunstancia que provocó un gran escándalo. El Gobierno asegura que la decapitación fue un accidente.

Ramadán, vicepresidente del régimen derrocado por la invasión liderada por EEUU de 2003, ha sido ahorcado justo cuatro años después del inicio de la misma. Bassam al Hassani, consejero del primer ministro Maliki, que presenció la ejecución, aseguró que el ahorcamiento se desarrolló sin problemas, a pesar de que Ramadán parecía aterrorizado. El reo recitó la profesión de fe tradicional del Islam, «no hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta» antes de ser ejecutado.

Badee Izzat Aref, un abogado que representa a varios miembros del antiguo régimen iraquí, afirmó por teléfono que estaba junto a los abogados de Ramadán cuando le comunicaron que sería ahorcado. «Dijo al abogado que no tenía miedo y le pidió que no apelase ante nadie para que se parase la ejecución», afirmó Aref.