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JUDITH MORA-LONDRES
El primer ministro británico, Tony Blair, pese a una gran rebelión en sus filas laboristas, consiguió ayer imponerse en la votación sobre la renovación del sistema Trident de disuasión nuclear, aunque sufrió la humillación de tener que hacerlo con la ayuda de la oposición. Un total de 409 diputados respaldó en la Cámara de los Comunes el plan del Ejecutivo, frente a 161 que votaron en contra, incluidos un centenar de laboristas, la mayor revuelta parlamentaria desde la invasión de Irak.

Como se preveía, el Gobierno de Blair salió vencedor de la controvertida votación, que estuvo precedida de un debate de seis horas y manifestaciones a las puertas del Parlamento, gracias a la ayuda del Partido Conservador, cuyo líder, David Cameron, ya había adelantado que le prestaría su apoyo porque iba «en el interés nacional». El resultado de ayer indica que el «premier», cuya popularidad en los últimos meses de su mandato está muy deteriorada, se ha anotado una victoria parlamentaria, pero no ha logrado ganar el debate moral, ni siquiera entre los suyos.

Antes del voto sobre la renovación del Trident, los diputados laboristas ya habían indicado su voluntad de rebelarse, al apoyar una enmienda liberal demócrata para posponer la decisión sobre el arsenal nuclear. Esta enmienda fue rechazada por 413 diputados frente a los 167 que la apoyaron, entre ellos unos 95 del partido en el poder.