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Con un acto inédito por su simbolismo y una masiva asistencia de público, el aimara Evo Morales recibió ayer la energía de la renacida civilización Tiahuanaco al ser investido como máximo jefe indio, antes de convertirse en el 65 presidente de Bolivia.

Como en un viaje atrás en el tiempo, Morales fue bendecido en un llamativo ritual en el que un «amauta» o sacerdote andino lo invistió como máxima autoridad india al entregarle una réplica del bastón de mando tiahuanacota.

El escenario único de la ceremonia fue el principal santuario de este imperio precolombino que se originó en el año 1.000 antes de Cristo y se propagó por el corazón de Sudamérica hasta su colapso en el siglo XIII de nuestra era.

Sus descendientes directos, los indios aimaras bolivianos, se rindieron a los pies del futuro gobernante en una llamativa ceremonia a la que asistieron decenas de miles de personas.

Vestido con un «unku» (túnica) y un «lluku» (gorro cuadrado) de color guindo, Morales ascendió a la pirámide de Akapana ante la atenta mirada de los asistentes, en su mayoría campesinos.

A este evento le seguirá la jura oficial como presidente y su primer discurso oficial. Asistirán al acto un total de 12 presidentes y 60 delegaciones de todo el mundo.