Los reyes de España, al igual que otras personalidades, entre ellas Chirac y Bush, se inclinaron ante el féretro de Juan Pablo II. Foto: OLIVER HOSLET / EFE

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Juan Pablo II, el Papa venido de lejos, el 264 sucesor de Pedro, descansa ya bajo tierra en las Grutas Vaticanas, tras un funeral celebrado en la plaza de San Pedro al que asistieron más de un millón de fieles. El solemne funeral se celebró ante la presencia de los más importantes líderes políticos de la tierra y los de todas las confesiones religiosas, así como de cientos de miles de polacos. El funeral fue oficiado por el Decano del Colegio Cardenalicio, Joseph Ratzinger, quien en una bella homilía dijo que los sentimientos que embargaban en esos momentos «son de tristeza total, pero también de alegre esperanza y de profunda gratitud».

«Podemos estar seguros de que nuestro amado Papa está ahora en la ventana del Padre, nos ve y nos bendice». Esta jornada histórica comenzó a primeras horas de la mañana cuando en presencia del Camarlengo de la Iglesia Romana, el cardenal español Eduardo Martínez Somalo, el cuerpo sin vida de Karol Wojtyla fue introducido en un féretro de ciprés forrado de terciopelo carmesí, el primero de los tres en los que fue enterrado.

El purpurado alemán recordando sus años de juventud, «cuando estaba circundado y amenazado por el terror nazi», y destacó que Juan Pablo II siempre buscó el encuentro con todos, que tuvo capacidad de perdón y de apertura de corazón. «Nuestro Papa jamás quiso salvar la propia vida y tenerla para él, siempre se dio sin reservas, hasta el último momento», subrayó Ratzinger.

El cardenal manifestó que el Papa sufrió y amó en comunión con Cristo y que por ello el mensaje de su sufrimiento «ha sido tan elocuente y fecundo».

Ratzinger destacó que jamás se podrá olvidar el esfuerzo que hizo esta pasada Semana Santa para, marcado por el sufrimiento y la enfermedad, asomarse a la ventana de su apartamento para dar la bendición «Urbi et Orbi».

Tras ser colocado en la caja, el Maestro de Ceremonias Pontificias, el arzobispo Piero Marini, leyó el «Rogito», un pergamino en el que está escrita la vida y obras más importantes de Juan Pablo II.