El cuerpo sin vida del Papa, a punto de entrar en la Basílica de San Pedro.

TW
0

JUAN LARA (VATICANO)
El papa Juan Pablo II será enterrado el próximo viernes, 8 de abril, en las Grutas Vaticanas, a pocos metros de la tumba del apóstol Pedro, tras el solemne funeral que se celebrará en la plaza de San Pedro a las diez de la mañana (08.00 GMT), según decidió la Congregación de Cardenales.

La fecha del funeral y lugar de sepultura fue tomada en la Congregación de Cardenales, reunida ayer bajo la presidencia del camarlengo, el purpurado español Eduardo Martínez Somalo, que ejerce el gobierno provisional en la etapa de Sede Vacante, es decir cuando no hay Papa.

Aunque el lugar exacto donde reposará no ha sido precisado, el portavoz vaticano Joaquín Navarro Valls, dijo que «muy probablemente» será el mismo que ocupó durante 30 años el beato papa Juan XXIII, cuyos restos fueron trasladado desde la gruta -o cripta- a una capilla de la basílica en el año 2001. El funeral de Karol Wojtyla será oficiado por el que fuera durante muchos años su «brazo derecho», el cardenal Joseph Ratzinger, decano del Colegio Cardenalicio, y concelebrarán con él purpurados y patriarcas de las iglesias orientales.

Al funeral se espera asistan 200 dignatarios entre presidentes de república, reyes y primeros ministros, así como cientos de miles de personas venidas de Italia y de todo el mundo. Tras el rito, el féretro con el cuerpo sin vida de Karol Wojtyla será llevado al interior de la basílica y trasladado a las grutas.

Aunque en un principio no se descartó que pudiera ser enterrado en la catedral de Cracovia, en su Polonia natal, al final será en la Ciudad Eterna, ya que no hay que olvidar que Juan Pablo II era también el obispo de Roma y desde el primer momento, una vez elegido Papa en 1978, se consideró «romano».

La que fuera tumba de Juan XXIII se encuentra a pocos metros de la de San Pedro y al lado de la de Pablo VI y enfrente de la de Juan Pablo I. Los restos del «Papa bueno», fallecido en 1963, fueron trasladados desde las grutas el 3 de junio del año 2001 hasta la basílica, pocos meses después de ser beatificado. Juan Pablo II, su gran admirador, decidió trasladarlos al altar de San Jerónimo para permitir un mayor flujo de fieles. Eligió esa capilla porque Juan XXIII admiraba a los padres de la Iglesia y a ese santo en concreto y, de hecho, cuando entraba en San Pedro el primer sitio al que se dirigía era a ese altar.