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La crónica negra en Irak arrancó ayer con el hallazgo al sur de Bagdad de los cadáveres de una mujer y un hombre, esté último decapitado, cuyo aspecto hace suponer a la policía que son «occidentales».

El ministerio de Asuntos Exteriores del Reino Unido confirmó que el cadáver del hombre no corresponde al británico Kenneth Bigley, secuestrado el pasado 16 de septiembre por el grupo «Monoteísmo y Guerra Santa».

Además, marines estadounidenses, secundados por agentes de la policía iraquí, prosiguieron, por tercer día consecutivo aunque con menos intensidad, su operación bélica contra la ciudad rebelde de Samarra y volvieron a bombardear enclaves en la conflictiva localidad de Faluya.

Fuentes policiales explicaron que los cuerpos fueron encontrados poco después del amanecer, abandonados en una zona agrícola próxima a la localidad de Yusufiya, a unos 20 kilómetros al sur de Bagdad, la capital iraquí.

El hombre está decapitado y la mujer presenta una herida de bala en la cabeza, explicó el comandante de la Policía local Hussein Rizouqui, sin ofrecer más detalles.

La incertidumbre sobre la suerte de los dos periodistas franceses secuestrados en Irak continúa mientras crece la polémica en torno a la fracasada misión paralela realizada por un diputado conservador que ha enfurecido a las autoridades de París y ha provocado críticas de los principales partidos, incluido el suyo.

Mientras se mantiene el drama de los rehenes, Estados Unidos prosiguió su operación bélica destinada a recuperar el control de la ciudad rebelde de Samarra, a unos 125 kilómetros al norte de Bagdad, en poder de los insurgentes desde el traspaso de soberanía.

El Comité de Ulemas de Irak (CUI), la institución más prestigiosa del Islam suní en Irak, condenó ayer la muerte de decenas de iraquíes en la ofensiva contra la ciudad rebelde de Samarra, considerada un «éxito» por el Ejército de EE UU. Desde el viernes tropas de EE UU asedian esta localidad ubicada en el denominado triangulo suní.