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La capital rusa despertó ayer con la resaca del terrible atentado cometido la víspera en el metro y con una gran confusión sobre el número de víctimas mortales, que según algunas fuentes puede triplicar las cifras oficiales.

La policía y los servicios secretos reforzaron la vigilancia de los edificios administrativos y lugares públicos más concurridos y los controles en las carreteras, aeropuertos, estaciones ferroviarias y líneas del metro. Una estación de metro tuvo que ser evacuada al recibirse una amenza de bomba.

Patrullas policiales en las calles, agentes con detectores de metales y perros adiestrados en las entradas del metro y soldados de las tropas del Interior con máscaras de gas en las estaciones y trenes mostraban en qué medida ha cundido la alerta en Moscú.

La policía informó inicialmente de un primer detenido -aunque poco después fue puesto en libertad- por parecerse al retrato robot de un hombre de aspecto caucasiano buscado como posible responsable del atentado.

Asimismo, aunque no se han confirmado oficialmente, fuentes independientes creen que la policía podría haber hecho otras detenciones.

Los titulares de la prensa recogieron toda la magnitud del drama: «El vagón de la desesperación», «Bomba electoral», «El camino al infierno», «Muerte al final del túnel», «Estación convertida en morgue».

El alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, declaró el próximo lunes un día de duelo por las víctimas, mientras centenares de moscovitas acudían a centros médicos para donar sangre y muchos otros llenaban de flores los andenes de la estación Avtozavódskaya, cerca de la que sucedió la tragedia.

Un comunicado oficial indicó que el atentado en el metro causó 39 muertos (a los que algunas fuentes añadieron a otro, fallecido en el hospital) más 134 heridos, de los cuales siguen hospitalizados 128, incluidos 34 en estado grave y muy grave.

Sin embargo, el diario «Kommersant» afirmó que el número real de las víctimas mortales podría alcanzar los 120 fallecidos.