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El presidente de Irak, Sadam Husein, se dirigió nuevamente ayer, por segunda vez en menos de 24 horas, al pueblo iraquí para pedirle que incremente su resistencia contra las tropas invasoras de EEUU y el Reino Unido.

También se dejaron sus reservas para cinco días, sacos de higos, arroz; además de los pertrechos militares, como filtros de máscaras antigás, y numerosos documentos esparcidos por el suelo del lugar donde pasaron la noche.

«Vuestra obligación es desgastar (al enemigo), aumentar sus heridas y privarle de lo que ha ganado sobre el terreno para propiciar su derrota», dijo el presidente, aunque el discurso fue leído por el ministro de Información, Mohamed Saíd Al Sahaf, en la televisión oficial iraquí.

Sadam dijo que lo que Bagdad afronta ahora «es menos de lo que puede soportar». «Tendrá (Bagdad) la protección de Dios incluso si tuviera que soportar una pesada carga», añadió.

El presidente iraquí dijo que la «resistencia legendaria» planteada en otras ciudades iraquíes como Um Qasr, Nasiriya, Fao o Basora «deben ser un ejemplo para los bagdadíes en su resistencia a los enemigos».

Aseguró Sadam que el enemigo «se ha encontrado perdido y sorprendido cuando creyó que iba a ser capaz de conseguir algo». «El enemigo concentró todas sus fuerzas sobre Bagdad, lo que ha debilitado su poder en todas las demás regiones de Irak, ahora teneis que debilitarlo, profundizar en sus heridas y privarle de lo que ya tiene», añadió el texto.

Ante el avance de las tropas norteamericanas, los hombres de una columna de tanques de la Guardia Republicana iraquí abandonaron ayer en desbandada su posición en las proximidades de Bagdad.

Centenares de civiles huyeron también ante el miedo que provoca el posible asalto final. La huida apresurada era visible en los objetos que los iraquíes dejaron tras de sí: restos de una hoguera, tazas con el desayuno, sacos de dormir, cuchillas de afeitar desechables, botas militares y un jersey con sangre fresca.

Varios miles de militares iraquíes fueron hechos prisioneros en las últimas horas, pero otros muchos vestidos de civiles trataron de pasar desapercibidos entre la población. Las tropas estadounidenses no realizaban cacheos exhaustivos y todo lo más que buscaban entre los supuestos militares desertores eran aquellos que van tatuados con una marca que los identifica como fedayines, los seguidores más exaltados del presidente iraquí, Sadam Husein.