Ariel Sharon inauguró ayer el nuevo curso escolar israelí.

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Cuatro trabajadores palestinos fueron abatidos ayer por la mañana cerca de Hebrón porque -según el Ejército- estaban planeando un ataque. Los cuatro fueron tiroteados en campos pertenecientes a colonos del asentamiento judío de Kiryat Arba, cerca de la aldea árabe de Bani Naim, dijeron fuentes israelíes, que aseguran que los cuatro fueron advertidos por lo soldados de que les iban a disparar.

Ninguno de los cuatro iba armado -dijo el Ejército- aunque portaban tenazas y una sierra. Los muertos son cuatro jóvenes que, según fuentes palestinas, regresaban a sus casas de la cantera donde trabajaban.

Poco después, un adolescente de 16 años caía abatido por disparos de soldados israelíes en el campo de refugiados de Jenín, donde el Ejército arrasó 600 casas y causó un número de muertos aún sin determinar en el ataque militar de diez días del pasado mes de abril, que Naciones Unidas rehusó investigar.

Fuentes de la seguridad palestina identificaron al chico como Abdel Karim Bassam Sadi, hijo de Bassam Sadi, líder local del brazo armado de la Yihad Islámica. En lo que ya se ha convertido en una rutina sin resultados, el ministro de Defensa de Israel, Benjamin Ben-Eliezer, ha ordenado una investigación sobre la matanza del sábado en la localidad de Tubas, cerca de Naplusa, en la que helicópteros israelíes lanzaron misiles contra un coche y mataron a tres adolescentes y dos niños e hirieron a otras seis personas.

Con este método de matar, que los israelíes llaman «asesinato selectivo» porque eligen el blanco, Israel intentaba asesinar a Jihad Sauaftah, un activista de las Brigadas de los Mártires de Al-Aksa, que logró escapar del coche minutos antes de que cayeran los misiles.