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EFE/FRANCE PRESS En sus primeras declaraciones, el reelegido presidente de Francia, Jacques Chirac, dijo: tras el momento de «gran inquietud para la nación que acabamos de vivir», Francia «ha reafirmado su apego a los valores republicanos». Prometió ejercer su mandato con un «espíritu de apertura y concordia», rindió tributo a los que votaron por él pese a sus «preferencias personales o políticas», y dijo a todos: «he oído y entendido» el llamamiento de los franceses para que «la República viva, que la nación se una y que la política cambie».

«Francia ha rechazado ceder a la tentación de la intolerancia y la demagogia. Ha dejado clara su voluntad de cambio con apertura y concordia. ¡No dejemos decaer este aliento que nos ha impulsado!», pidió luego ante varios miles de sus fieles, reunidos en la emblemática Plaza de la República.

El Gobierno al que nombrará esta semana tendrá como «única tarea» la de responder a las preocupaciones de los franceses y «aportar soluciones a los problemas que han sido descuidados durante demasiado tiempo», en una crítica al Gobierno saliente de Jospin. Combatir la inseguridad y poner Francia «en movimiento» en la senda «del crecimiento y del empleo» son las primeras prioridades que Chirac ha fijado para este Gobierno.

El derrotado líder de la ultraderecha, Jean-Marie Le Pen, desde su cuartel general a las afueras de París, lamentó lo que llamó «la sonada derrota de la esperanza para Francia» y denunció los métodos «soviéticos» con los que Chirac ha obtenido su «equívoca» victoria. Según Le Pen, su partido se coloca «como la primera fuerza política francesa y nos permite vislumbrar a corto plazo la más bella de las esperanzas, en especial para las elecciones legislativas».