Aznar conversa con el presidente del Parlamento Europeo, Pat Cox.

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JOSÉ M. SANZ-BRUSELAS Un centenar de representantes de 28 Estados europeos, sus parlamentos nacionales y las instituciones supranacionales de la Unión Europea celebraron su primera reunión en Bruselas, con mentalidad cuasi constituyente. Se trata de la primera vez, en los cincuenta años de historia de la Comunidad, que una reforma de los tratados, algo reservado hasta ahora a los gobiernos, se prepara en un amplio foro político y democrático abierto a la opinión pública. En nombre de la presidencia de turno de la UE, el presidente del Gobierno español, José María Aznar, abrió la sesión inaugural negando la existencia de una «crisis existencial» en el proceso de integración europea.

Por contra, la supuesta crisis coincide, según Aznar, «con una fase especialmente dinámica del proceso unitario», como lo atestigua el euro, los rápidos avances en el espacio de libertad, seguridad y justicia o el comienzo efectivo de una política común de defensa. Aznar propuso una «constitucionalización pluralista» de la Unión, que permita «acelerar el avance para que la UE tenga más competencias», pero que reconozca que el porvenir «depende del equilibrio entre la unidad cultural profunda de Europa y su evidente diversidad histórica».

Para el presidente del Gobierno español es preciso clarificar y delimitar mejor las competencias en la UE, con el fin de que los ciudadanos «sepan a quién exigir responsabilidades», pero advirtió de que este proceso no debería desembocar en «una marcha atrás». «Tenemos que seguir haciendo juntos lo que hasta ahora hemos hecho juntos y que ha producido un insospechado nivel de vida con beneficio mutuo para toda Europa», dijo Aznar. Valery Giscard d'Estaing, presidente de la Convención, defendió la idea de «un tratado constitucional para Europa».

El ex presidente francés aseguró, además, en posterior rueda de prensa, que «resultaría concebible» celebrar algún tipo de «consulta popular», en paralelo tal vez a las elecciones europeas de 2004, para refrendar y legitimar los resultados de esta Convención. El presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, fue el más explícito en cuanto a los fines del ejercicio: la UE necesita, dijo, una Constitución «que señale el nacimiento de la Europa política», en la que «ningún Estado domine a los demás y recoja las reformas institucionales que necesita». También el presidente del Parlamento Europeo, Pat Cox, hizo hincapié en «la necesidad de mantener todo lo que funciona, sin por ello ser conservadores».