Imagen de la televisión iraquí de un niño en un hospital tras la explosión.

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EFE-BAGDAD Para las autoridades iraquíes, esta supuesta acción militar aliada sería el ataque más sangriento lanzado contra el país desde que se inició la operación «Zorro del Desierto», de diciembre de 1998. Además de los fallecidos, once personas resultaron heridas de gravedad por la explosión, ocurrida el martes en el estadio de la ciudad de Talafra, en la provincia de Nínive, 400 kilómetros al norte de Bagdad, informaron fuentes del Ministerio de Información iraquí.

Irak, en una nota difundida por su agencia oficial de noticias, INA, fechada en la ciudad norteña de Mosul, condenó ayer el ataque y señaló que «EE UU y su aliado, el Reino Unido, han cometido un nuevo crimen bárbaro, que se añade a su lista de atrocidades contra el pueblo iraquí». Sin embargo, fuentes oficiales militares estadounidenses en la base turca de Incirlik negaron ayer tener relación con este ataque. Lo mismo hicieron fuentes gubernamentales desde Londres. La agencia iraquí, por su parte, narra sucintamente los hechos y no explica las razones por las que se retrasó un día la información sobre la tragedia. Previamente, las informaciones facilitadas ayer sobre el hecho por las mismas fuentes señalaban que al menos veinte personas habían muerto y varias más resultado heridas al explotar ayer una bomba en una zona muy concurrida del centro de Talafra.

En principio, el Ministerio de Información indicó que no estaba «clara la procedencia del artefacto», que podría tratarse de una «bomba de aviación arrojada durante la guerra del golfo Pérsico de principios de 1991», en la que una coalición internacional, encabezada por EE UU, expulsó a las tropas iraquíes de Kuwait. Una persona, que dijo haber sido testigo de los hechos, dijo en Bagdad, por teléfono desde Talafra, que «cuatro personas de la misma familia resultaron muertas en el ataque, realizado con el campo repleto de espectadores durante un partido de fútbol», y no quiso dar más explicaciones ni identificarse.

«El nuevo crimen cometido por estadounidenses y británicos es una prueba más de que los dos países están decididos a proseguir sus agresiones contra Irak», recalcó un alto cargo del Ministerio de Información, que pidió permanecer en el anonimato. Para él, «el disparo de misiles contra lugares civiles también prueba que sus objetivos no tienen nada que ver con las posiciones militares que dicen que atacan».

Irak, recalcó, «presentará una protesta al Consejo de Seguridad de la ONU y exigirá el cese de las agresiones estadounidenses y británicas». Talafra se encuentra en la provincia de Nínive, unos 400 kilómetros al norte de Bagdad, dentro de la zona de exclusión aérea del norte de Irak impuesta por Estados Unidos y el Reino Unido en 1991, con el argumento de proteger a la población kurda de eventuales ataques de las tropas del régimen de Bagdad. Los aviones de guerra estadounidenses y británicos, que utilizan como centro de operaciones la base de Incirlik, en el sureste de Turquía, realizan patrullas diarias sobre el norte de Irak.