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JESÚS GARCÍA BECERRIL-ROMA Tras una campaña electoral en la que fue objeto de duras críticas por una parte de la prensa internacional, Berlusconi era consciente de que su llegada al poder iba a ser vista «con lupa», en especial después de su primera y poco satisfactoria experiencia de Gobierno, en 1994, cuando su gestión de siete meses se vio alterada por problemas con sus aliados, los sindicatos y los magistrados.

En las cuatro semanas transcurridas desde su holgado triunfo en las elecciones legislativas al frente de la coalición de centroderecha Casa de las Libertades, Berlusconi se ha dedicado al complicado juego de hacer cuadrar los intereses de sus socios con las necesidades de un Ejecutivo cohesionado y que en lo posible no se vea afectado por problema exógenos.

En línea con la campaña electoral, en la que puso énfasis en la necesidad del desarrollo económico y la seguridad ciudadana, Berlusconi ha reservado a sus correligionarios de Forza Italia las carteras de Economía, para Giulio Tremonti, y Actividades Productivas (Industria), para Antonio Marzano, así como las de Interior (Claudio Scajola) y Defensa (Antonio Martino). Forza Italia controlará diez de los 25 departamentos, aunque la normativa italiana distingue entre ministros con cartera (doce como máximo) los sin cartera y los ministros delegados.

Berlusconi ya ha anunciado que el Consejo de Ministros de hoy aprobará una reforma legal para ampliar en dos el número de ministros con cartera, de modo que incorporará los de Comunicaciones y Sanidad. El segundo partido de la coalición, Alianza Nacional, ve con satisfacción cómo su líder, Gianfranco Fini, se convierte en único vicepresidente, con la posibilidad de suplir en funciones a Berlusconi durante sus ausencias y con la imagen de aspirante de cara al futuro.