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ESTHER REBOLLO-MANILA El fraude, la violencia política y la suspensión de las votaciones en varias localidades dominaron la jornada electoral de ayer en Filipinas, cuyos resultados oficiales no se conocerán antes del próximo mes de junio. El 85 por ciento de los más de 34 millones de filipinos convocados acudieron a las urnas para elegir a 262 diputados, 13 de los 24 senadores que componen la Cámara Alta y más de 17.000 cargos locales, confirmó el presidente de la Comisión Electoral (Comelec), Alfredo Benipayo.

Estos comicios, considerados clave porque mostrarán si el pueblo filipino considera legítimo su Gobierno, llegado al poder en enero en medio de una revuelta apoyada por la Iglesia Católica y las clases acomodadas, se han convertido en los más violentos de la historia democrática de Filipinas. Según fuentes oficiales, 79 personas han muerto durante la campaña y hasta las 15.00 hora local (07.00 GMT), momento en el que se cerraron los colegios electorales y comenzó un lento recuento manual.

La presidenta Gloria Macapagal Arroyo aseguró tras depositar su voto que se encontraba realmente alarmada por el número de víctimas y se comprometió a «hacer justicia». A la violencia se unió la compra de los votos y las incómodas circunstancias en que los filipinos acudieron a las urnas.

Los votantes que depositan su papeleta sin ninguna intimidad, ya que sólo se protegen de un cartón y son vigilados por quienes se encuentran en la sala, escriben con su puño y letra el nombre de sus candidatos favoritos al Senado y a la Administración local. El recuento es largo y tedioso, ya que se cuentan una a una las papeletas tras descifrar los nombres escritos, teniendo en cuenta la dificultad de muchos filipinos para escribir correctamente. En el caso de los votos al Parlamento se realizan mediante una lista ya elaborada. Pese a todo, la participación electoral fue muy alta y las votaciones se desarrollaron con «absoluta normalidad», insistió Benipayo.