El avión espía de Estados Unidos continúa aparcado en una isla china.

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AGENCIAS - PEKÍN Un día después de que Bush exigiera la devolución inmediata del avión de reconocimiento naval, con el argumento de que realizaba «un vuelo rutinario», Jiang Zemin rompió el silencio y pidió a Washington que «ponga fin de una vez por todas a las misiones de espionaje en las costas chinas». «Estados Unidos debe poner fin a los vuelos de sus aviones espías sobre las costas chinas si desea evitar incidentes como el ocurrido el pasado domingo», subrayó ayer tarde Jiang, quien es también presidente de la Comisión Militar Central (máximo órgano castrense chino).

El aviso de Jiang, quien ha advertido en reiteradas ocasiones de que China no tolerará un siglo XXI sometido a una potencia hegemónica, lanza un mensaje directo a George Bush, que, según Pekín, intentará dominar, sin éxito, el Sudeste Asiático. Jiang, que no quiere pasar como un hombre débil en la historia de China, recalcó que «Estados Unidos debe asumir todas las responsabilidades de este incidente» que avecina, según los analistas, una escalada de tensiones entre el gigante asiático y Estados Unidos.

El embajador de Estados Unidos en China, Josehp Prueher, declaró ayer tarde que era muy posible una entrevista de última hora entre los diplomáticos estadounidenses que se desplazaron ayer a Hainan y los tripulantes del avión de reconocimiento que fueron alojados, a punta de pistola, en «una instalación castrense». A pesar del lenguaje «relativamente moderado de China», la incursión de un «FP-3 Orión» de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos ha provocado una reacción inesperada del régimen comunista, que no desea presentarse como una «oveja de Washington» ante la comunidad internacional.

China rechazó ayer que tres destructores estadounidenses entraran en sus aguas territoriales para colaborar en las tareas de rescate del piloto de caza chino que se estrelló en el Mar del Sur de China tras colisionar con el avión espía de la Marina de Estados Unidos. La llegada de los tres destructores no fue una obra de intimidación de Washington, sino un mensaje de ayuda rechazado por Pekín, que fragua con Moscú «un nuevo siglo XXI sin potencias hegemónicas», según declaraciones recientes de Jiang Zemin y su colega ruso, Vladímir Putin.