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El convoy de residuos radiactivos cubrió su penúltima etapa hacia el cementerio de Gorleben con más de un día de retraso y entre bloqueos de la militancia antinuclear, empeñada en hacer impracticables esos transportes para forzar al gobierno a buscarles una alternativa. La estrategia de los ecologistas consiste en «encarecer» al máximo esos transportes para que el gobierno reconsidere la oportunidad de seguir llevándolos a cabo y éste es el más caro de la historia. Está claro que los costes, solo en seguridad, se dispararán por encima de los 110 millones de marcos (55 millones de dólares) inicialmente previstos.

El tren va «lentamente», declararon ayer manifestantes anti-nucleares reunidos en Dannenberg (sur), donde los seis contenedores de desechos nucleares serán trasladados a camiones que recorrerán los 25 km que los separa de la central de almacenamiento provisional de Gorleben. El tren partió de la estación de Dahlengurb, a mitad de camino entre Luneburg y Dannenberg, donde esperaba que las vías, ocupadas por manifestantes y con cuatro militantes aferrados con cemento a los rieles, fueron desalojados para seguir su camino.

Por su parte el Gobierno alemán de coalición roji-verde volvió a defender ayer el transporte de residuos nucleares. El canciller alemán, Gerhard Schröder, reiteró que el gobierno anterior había firmado un tratado internacional con Francia que compromete a Alemania a readmitir los residuos atómicos originalmente producidos en este país.

«No podemos dejarle la basura atómica a Francia o al Reino Unido», señaló el ministro de Medioambiente, Jürgen Trittin. Trittin además pidió a los manifestantes «moderación», aunque agregó que, como miembro del partido Los Verdes, tiene «que defender el derecho a la desobediencia civil» aunque el partido ahora esté en el gobierno. Los Verdes estuvieron en el pasado entre las fuerzas convocantes de las manifestaciones contra los transportes de los residuos atómicos.