TW
0
EFE - FRÀNCFORT El ministro alemán de Exteriores, Joscka Fischer, justificó ayer en su testimonio en el juicio contra el terrorista Hans-Joachim Klein, el empleo de la violencia en los años setenta como un medio legítimo para defenderse de lo que se consideraba represión estatal. El político del partido de Los Verdes admitió que en 1973 golpeó a un policía durante una manifestación callejera en Fráncfort, pero afirmó que incluso en aquellos años no se proclamó públicamente a favor de la violencia.

«Nos definíamos como revolucionarios», dijo Fischer en una sala del Tribunal Regional de Fráncfort en el juicio contra su compañero de viaje hace más de un cuarto de siglo al que el juez Heinrich Gehrke acusa de triple asesinato en el asalto y la toma de rehenes posterior en la sede de la OPEP el 21 de diciembre de 1975. Al la salida de la sala del tribunal, el ministro afirmó que esta comparecencia no tendrá ninguna influencia en la política exterior alemana.

Fischer también relató con detalle su actuación como «okupa» en la metrópoli financiera alemana a comienzos de los años setenta, donde prosperaba la especulación del suelo, pero precisó que nunca vivió con Klein en un mismo domicilio, como habían apuntado algunos medios. Sobre la inclinación de Klein a ser violento, agregó en una sala a la que no tuvieron acceso las cámaras de televisión, pero sí unos 80 periodistas y otras tantas personas del público general, que el acusado «argumentaba con mucha energía, pero que no era el único», que mostraba esta conducta.

Fischer declaró en presencia de Klein en la sala del tribunal que éste era «un perdedor» y un tipo ambivalente, que se deslizó después por la senda del terrorismo, en alusión a su posterior integración el grupo radical «Células Rojas». El interrogatorio de Fischer duró unas dos horas y cuarto y se desarrolló en medio de fuertes medidas de seguridad en los alrededores del tribunal que fueron escenario de numerosas manifestaciones de los movimientos estudiantiles de izquierdas hace casi tres décadas.