La violencia se desató en la madrugada de ayer en Hamburgo durante una manifestación de izquierdistas.

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EFE - FRANCE PRESS Las reivindicaciones obreras volvieron a resonar ayer en todo el mundo con motivo del Día del Trabajo, aunadas este año a las protestas contra la globalización económica y el capitalismo, pero quizá la característica del año 2000 fueron las movilizaciones de grupos radicales ajenos al mundo sindical.

Uno de los focos de atención estuvo en el centro de Londres, donde una concentración político-ecologista y anticapitalista que comenzó con espíritu festivo y sin incidentes degeneró en un brote de violencia en el que se destrozó un restaurante y hubo once personas detenidas y tres policías heridos.

La violencia estalló también en la ciudad alemana de Hamburgo, donde un centenar de personas, según la policía, sembraron el caos en la madrugada de ayer tras una manifestación izquierdista, con un resultado de una veintena de heridos, incluidos doce agentes. El temor a una batalla campal era palpable en Berlín, donde miles de policías tenían encomendada la seguridad en actos tan dispares como una concentración neonazi, una marcha de sindicalistas en monopatín y una manifestación maoísta.

El Papa Juan Pablo II exhortó ante 250.000 trabajadores a la reducción o condonación de la deuda exterior de los países pobres, denunció el paro y la explotación de menores y afirmó que la globalización «jamás debe violar la dignidad de la persona y la democracia de los pueblos».

Las protestas antigubernamentales fueron la base de las manifestaciones en Belgrado, en la que dos sindicatos independientes serbios congregaron a unas 2.000 personas contra Milosevic, y Viena, donde el Partido Socialdemócrata Austriaco (SPOe), el mayor de la oposición, reunió a 100.000 personas, más del doble que en 1999 contra el partido que ayer dejó de liderar Jörg Haider.

Al mismo tiempo, en países que otrora eran oficialmente «paraísos obreros» se vivía una jornada sombría. Los comunistas rusos salieron a la calle para celebrar la primera manifestación tras su derrota en las elecciones presidenciales de marzo, que abrió graves fisuras en el principal partido de la oposición. Al igual que en años anteriores, también este fue patente la mengua del número de manifestantes -unos 7.000, según la policía-, atribuida a que muchos militantes prefirieron ir a cuidar sus parcelas a las afueras de Moscú, vitales para su subsistencia.

Tampoco en China, donde la jornada se celebró en todo el país, se viven momentos de euforia, dado que la reforma económica acarreó un desempleo sin precedentes, que los cálculos más fiables sitúan en unos treinta millones de parados en las zonas urbanas.