Kohl, Bush, el alcalde de Berlín, Eberthard Diepge, y Gorbachov saludan desde el balcón del Ayuntamiento berlinés.

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La cordialidad y el ambiente de camaradería reinaron ayer en el coloquio de los tres principales artífices de la caída del Muro de Berlín: el último presidente de la Unión Soviética Mijail Gorbachov, el antiguo canciller alemán Helmut Kohl, y el ex presidente de EE UU George Bush. «Sin las dos potencias mundiales las cosas hubieran salido mal», aseguró un Kohl sonriente y relajado, quien subrayó que «los que creen que la unidad alemana sólo fue defendida en la calle, se equivocan».

La palabra «confianza» fue una de las más mencionadas durante el encuentro celebrado ayer víspera del décimo aniversario de la caída del muro. «De ningún modo queríamos complicar las cosas», aseguró Bush, algo menos locuaz que sus compañeros de coloquio. Bush, nombrado ayer ciudadano honorífico de Berlín, explicó que, a pesar de que en aquel momento no sabía con seguridad qué fuerzas militares podría colocar Gorbachov en las fronteras, Washington decidió actuar con cautela. «Creo que hicimos bien en reaccionar moderadamente. No demostré mi alegría para no irritar a los rusos», dijo.

Por su parte, el padre de la «perestroika» se refirió al ambiente que reinaba en la Unión Soviética, en la que ese año se celebraron las primeras elecciones libres «en mil años de historia rusa». «Yo tenía más poder que los zares, pero era un poder democrático», dijo Gorbachov, quien explicó que las elecciones libres habían cambiado completamente la mentalidad en Rusia.