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JOSÉ DELGADO - WASHINGTON En medio de una profunda división, el pleno de la Cámara de Representantes de EE UU debatió ayer la propuesta de destitución del presidente Bill Clinton que se votará hoy. Los republicanos han tenido que dar continuas explicaciones sobre la decisión, duramente cuestionada por los demócratas, de comenzar el debate mientras prosiguen los ataques militares estadounidenses contra Irak. Y en momentos en que los republicanos acusaban a Clinton de perjurio y de socavar el sistema legal, los demócratas reafirmaron que era una injusticia ir «en contra de la voluntad del pueblo» y no permitir que se vote sobre una resolución de censura.

Hoy, los congresistas sólo debatirán durante una hora, antes de discutir independientemente por espacio de 10 minutos cada uno de los cuatro cargos y presentarlos a votación. Los republicanos están confiados en que conseguirán los votos para aprobar por lo menos un cargo contra Clinton, quién puede ser el segundo presidente de EE UU que se enfrente a un juicio político en el Senado.

La Casa Blanca, mientras, sacó ayer su última baza, a la primera dama Hillary Clinton, para tratar de impedir que la Cámara de Representantes se pronuncie a favor de la destitución («impeachment») de Clinton. Desde que se confirmó el adulterio de su marido con Monica Lewinsky, que es lo que dio lugar a los actuales problemas de Clinton en el Congreso, la primera dama ha evitado comentar el asunto.

Pero ayer, en el día en que el pleno de la Cámara de Representantes debatía el «impeachment», la leal Hillary Clinton rompió una lanza por su marido. En unas declaraciones «improvisadas» a la prensa en el jardín de la Casa Blanca, Hillary Clinton declaró su «aprobación y orgullo» por la labor del marido y subrayó que «la mayoría de los estadounidenses y la amplia mayoría de la gente en todo el mundo comparte» esa opinión.