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El 28-M nos ha deparado un vuelco político en las instituciones o, si lo prefieren, un revolcón de la izquierda en Baleares con dos factores determinantes: el reparto de los despojos de Ciudadanos entre PP y Vox, cuya suma les asegura el gobierno en Palma, el Consell mallorquín y el Govern –todo con una clara mayoría absoluta– y, por otra parte, el manifiesto retroceso de Unidas Podemos, que impide cualquier opción de conservar el poder a las fuerzas progresistas.

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Sin embargo, no todo es tan sencillo para el PP o, si lo prefieren, para Martínez, Galmés y Prohens. Incluso si me apuran para Feijóo. Lidiar con Vox no es un plato de gusto, pero no deja de ser la voluntad mayoritaria de los ciudadanos expresada en las urnas. Los seguidores de Abascal han logrado una buena tajada de votos este domingo en las Islas, pero también se ha firmado una alianza indispensable con el PP que sin una gestión responsable a nivel estatal puede resultar inútil para desalojar a Pedro Sánchez del Palacio de la Moncloa.

Las elecciones de este domingo suponen una victoria sin paliativos del PP, nacional y regional, y quizá no tanto sobre el PSIB de Francina Armengol, que, a pesar de todo, ha logrado defender su parcela electoral con dignidad hasta que han flojeado sus muletas progresistas de Més y Unidas Podemos. A partir de ahora, todas las miradas convergen en Marga Prohens y su capacidad para resolver el complejo escenario institucional que se le avecina en Balears.