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Nunca supo asumir Luisa Jiménez que no sería la elegida para encabezar la candidatura del PP a las elecciones del 28M. Portavoz accidental tras la precipitada salida, al comienzo de la legislatura, de José Manuel Ruiz, Jiménez se iría haciendo con su propio espacio entre unos afiliados y simpatizantes huérfanos desde hace años de un líder a nivel local.

Se equivocó el PP cuando, meses atrás, dejó que la entonces portavoz ‘popular’ en el Ajuntament de Calvià se enterase por la prensa de que Juan Antonio Amengual –que no fue ni la primera ni la segunda opción de Palau Reial– era el elegido como número uno de la lista electoral. Las bajas, hasta 156, se acumularon entonces en la sede palmesana del partido, y aquello forzó a un acercamiento.

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A Jiménez se le ‘regaló’ la defensa de la que pretendía ser moción estrella de los conservadores en el tramo final de la legislatura: la que reprobaba al equipo de gobierno la supuesta opacidad de las cuentas a propósito del informe elaborado por la Sindicatura de Comptes. Aquella propuesta, sin embargo, no supo convencer ni a las regidoras de Vox, que se abstuvieron en la votación. Fue el tímido y frustrado intento de un acercamiento que no pasó de ahí. A las pocas semanas, el candidato ofrecía a Jiménez un puesto que no superaba el quinto en la lista de los ‘populares’, muy lejos del segundo lugar que ella exigía. Además, Silvia Cuadrillero era descabalgada también de la lista electoral, algo que puso la puntilla a lo que se venía fraguando desde hacía ya años: la escisión del partido.

Cuadrillero y Jiménez, junto al incombustible Antonio Alarcón, sellaron ayer su baja del PP para afrontar una nueva y minúscula aventura política, que se llamará Alianza por Calvià, y que servirá básicamente para fragmentar más todavía el voto de la derecha. Facilitará así una hipotética victoria de Alfonso Rodríguez Badal (PSIB), de la cual pocos dudan en el municipio, también entre sus opositores. Mientras, el PP llegará al final de estos agónicos cuatro años con solo dos ediles en su grupo municipal, síntoma inequívoco de la pésima gestión realizada durante los últimos ocho años y que podría tener un elevado coste electoral.