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Ya sabemos que el organigrama de quienes a partir de ahora van a dirigir las distintas instituciones públicas de estas islas ha sufrido cambios significativos a raíz de los resultados de las últimas elecciones autonómicas y locales. A los nuevos poseedores de las varas de mando y sillas de dirección les pediría moderación ante todo y que se alejen de populismos y extremismos, que nada bueno acarrean a medio o largo plazo. Que se centren y que a la hora de actuar no lleven a cabo represalias ni actúen con revanchismos, que piensen en el bien común y lo antepongan al suyo propio o al del partido que representan.

Sería absurdo por parte de los que ahora se ponen al mando el querer comenzar de cero y romper los amplios consensos a los que colectivamente hemos llegado en esta última década en muchos ámbitos, como el poner coto a insostenibilidades manifiestas en materia turística, reajustar desequilibrios diversos en temas de vivienda o reordenar desmesuras evidentes en el segmento de la movilidad.

Desde el primer día del nuevo mandato inminente, hay que tener presente que la acción de gobernar es contínua, viene de equipos pretéritos y tendrá que seguir más adelante con nueva gente. Por tanto, se deben licitar y ejecutar los proyectos pendientes además de planear y llevar a cabo nuevas iniciativas. Recordar que no se vota a nadie para que no haga nada o lleve a cabo una actuación inocua, permanecer estático como forma de gobernar no ha funcionado nunca.

Pero me gustaría hacer hincapié en lo más básico, en la gestión del día a día más cercana y percibible por la ciutadanía, la que se atribuye normalmente a las corporaciones locales aunque también entra dentro de la competencia de algunos órganos insulares y autonómicos. Estoy refiriéndome a la gestión de la limpieza urbana, al mantenimiento integral de calles y jardines, al uso y tratamiento del agua, al desbroce de márgenes de carreteras y torrentes, a que las playas tengan una adecuada dotación de servicios, etc. No hay que suponer ni dar por sentado que estas tareas y trabajos de gestión rutinaria funcionan correctamente en todos los lugares, porque desgraciadamente no es así.

Es por ello que recomendaría a los nuevos gobernantes que precisamente empiecen por fijarse en lo más básico y pongan remedio inmediato cuando vean farolas apagadas, asfaltos en mal estado o jardines que parezcan selvas. Hay que comenzar con lo más necesario y evidente. No pensemos en nuevas depuradoras mientras las existentes estén en mal estado o deficiente funcionamiento ni queramos abrir nuevas calles mientras las que tenemos estén desatendidas.

Quienes hemos tenido oportunidad de participar en la gestión de consorcios y consejos municipales o insulares diversos, estamos francamente sobresaturados de escuchar nuevas propuestas e ideas supergeniales de escasa aplicabilidad y tenemos la sensación en muchas ocasiones de que se comienza la casa por el tejado y se abandona lo básico para ir a la búsqueda de implementaciones de incierto impacto y poco recorrido.

A los que ya están calentando para entrar en el terreno de juego y tomar decisiones, decirles que no todo se ha hecho mal, que tomen nota de los casos de éxito y diligencia en la gestión —que los hay y los ha habido—, que se ilusionen y sean valientes. En todo caso: sort i encerts!