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Los chatbots han experimentado una impresionante evolución, desde simples simulaciones de conversaciones hasta potentes sistemas basados en inteligencia artificial. Desde su creación en la década de 1960 con Eliza, que simulaba conversaciones terapéuticas, hasta la introducción de los chatbots basados en reglas en los años 90, como ALICE, que generaban respuestas a partir de patrones predefinidos, hemos presenciado avances significativos. Durante los años 2000 se popularizaron a través de plataformas de mensajería instantánea, como SmarterChild, que brindaba información en tiempo real.

Fue a partir de la década de 2010 que los chatbots dieron un salto cualitativo con el lanzamiento de Siri, un asistente virtual que marcó el comienzo de la era de la IA conversacional. Siri permitía respuestas complejas y tareas a través de comandos de voz. Además, la introducción de la arquitectura GPT en 2015 por OpenAI sentó las bases para la creación de chatbots más avanzados.
El fundador de OpenAI, Sam Altman ha expresado: «El futuro puede ser bastante asombroso; la mayoría de los productos/servicios serán elevados y se crearán nuevas categorías. La cantidad de trabajo que una persona puede hacer aumentará en órdenes de magnitud. ¡Habrá mejores herramientas, mejores vidas!».

A día de hoy estamos viviendo una batalla entre las grandes tecnológicas por atraer usuarios y ofrecer el mejor chatbot con IA, desde ChatGPT, Bard, Bing AI, Claude y Pi, entre otros. Las redes sociales no quieren quedarse atrás y ya podemos encontrar aplicaciones como ImageBind de Meta, Tako como chatbot de TikTok o MyAI de Snapchat.

La IA ha llegado para quedarse. Pero, ¿dónde pondremos los límites? ¿Y qué ocurrirá si sigue existiendo un salto de conocimiento y uso entre las diferentes tecnologías? Una tecnología que todo apunta que cambiará la forma de trabajar, estudiar y crear.