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Buena parte de las propuestas que persiguen aliviar las tensiones que existen en Balears entre crecimiento económico y calidad ambiental se siguen sustentando en el ‘cuánto se crece’, en el ‘cuánto se crecerá’ o en el ‘cuánto debería crecerse’ y obviando el ‘cómo se crece’. Sin embargo, dado el nivel de desarrollo alcanzado por el archipiélago, remitirse únicamente al ‘cuánto se crece’ para revisar la relación crecimiento-medio ambiente-bienestar es como dibujar un puente que jamás podremos cruzar.

Porque es detrás del ‘cómo se crece’ que se esconde el grado de eficiencia con el que una sociedad utiliza los recursos de que dispone, incluidos los recursos naturales. Solo desde la eficiencia es posible, por ejemplo, reducir la cantidad de energía que necesitan las empresas por unidad de producto. Una buena práctica ambiental que Balears está implementando a un ritmo menor que sus competidores (12,9 % vs. 28,5% UE-28).

Porque es detrás del ‘cómo se crece’ que se esconde el grado de innovación de una sociedad a la hora de idear soluciones tecnológicas que permitan superar la escasez de factores de producción, incluidos los naturales. Solo desde la innovación es posible, por ejemplo, reorientar la especialización industrial hacia actividades menos intensivas en el uso de recursos naturales. Una presión ambiental que en Balears es, actualmente, superior a la de sus competidores (36,6% vs. 22,9% UE-28).

Porque es detrás del ‘cómo se crece’ que se esconde el grado de equidad con el que una sociedad distribuye las rentas y garantiza la capacidad de sus miembros para contribuir y beneficiarse de la mejora de todas las formas de capital, incluido el capital natural. Solo desde la equidad es posible, por ejemplo, aumentar la propensión de la sociedad a reciclar una mayor proporción de los residuos generados. Una buena práctica ambiental que Balears está implementando a un ritmo menor que sus competidores (21,1% vs. 45,8% UE-28).

Porque si el ‘cuánto se crece’ fuera la solución estaríamos admitiendo que aliviar las tensiones mutuas entre economía y medio ambiente es una cuestión simplemente de escala o del tamaño de la economía. Y esto no solo es falso (se puede ser pequeño y altamente contaminante) sino que rehúye la sostenibilidad, pues cualquier intento de conservar el stock de recursos naturales solo por la vía de un menor volumen conduciría progresivamente a unos niveles de bienestar cada vez menores. El crecimiento económico sostenible sería, pues, un imposible lógico.

Las tensiones mutuas entre crecimiento económico y calidad ambiental no dependen, por lo tanto, del tamaño, escala o volumen de la economía, sino de las elecciones de individuos, empresas y administraciones. O, en otros términos, del modo particular en que se produce el crecimiento económico. Lo que hay que cuestionar no es el crecimiento en sí mismo, sino el camino por el que este se consigue y, en ese sentido, incidiendo en el ‘cómo se crece’, nada impide a priori que el crecimiento a medio y largo plazo sea posible y sostenible.
De hecho, los objetivos de desarrollo sostenible enmarcados en la Agenda 2030 de Naciones Unidas, que actualmente muchas empresas y demás actores económicos están adoptando, no apelan a un crecimiento reducido sino a un crecimiento responsable. De nuevo el ‘cómo se crece’ gana al ‘cuánto se crece’.

Porque no se trata de dejar de sumar sino de encontrar la fórmula de multiplicar. Y es que es necesario entender el crecimiento económico no solo como un proceso de transformación de inputs en outputs, sino como un proceso de creación de valor. Crear o no crear: esta sí es la cuestión.