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La transformación productiva de una región, o lo que mal llamamos ‘cambio de modelo’, no adopta siempre un carácter radical o, en otras palabras, no está necesariamente vinculada a la aparición de actividades económicas inexistentes hasta el momento. Más bien al contrario, la transformación productiva casi siempre está ligada a las empresas que operan en el territorio y buscan nuevas combinaciones de actividades y tecnología, o nuevas relaciones entre consumidor y productor. Como resultado de este incesante proceso aparecen en la región un conjunto nuevo o renovado de empresas que adquiere capacidades únicas y que, al final, conforman una ventaja competitiva para la región.

Así las cosas, lo que sostiene el proceso transformador es el dinamismo de las empresas. En estos momentos son muchos los cambios que están favoreciendo la transformación económica de Balears. El creciente aumento de la competencia global junto a las debilidades estructurales que arrastran muchas de las empresas que operan en Balears y que se han visto amplificadas por la última crisis, no solo se erigen en un reto de enorme envergadura sino también en una oportunidad para reorganizar los procesos de producción en un afán de mejorar su productividad.

Estas circunstancias, junto con los cambios que está experimentado la demanda y el hecho de que la innovación empresarial presente cada vez más un carácter más internacional y las cadenas de valor estén acelerando su globalización, contribuyen también al desarrollo de nuevos modelos de negocio. Las empresas se ven obligadas a adoptar una estrategia de venta única, diseñar servicios integrales e incorporarlos a sus productos siguiendo un enfoque cada vez más guiado por el consumidor. Paralelamente, por el lado de la oferta, las posibilidades que esconde la adopción de tecnologías como la informática, la biotecnología, la genómica, la nanotecnología, nuevos materiales…, así como la búsqueda de soluciones ecoinnovadoras orientadas a aumentar la eficiencia de los recursos y cumplir con regulaciones ambientales más estrictas están empujando a las empresas hacia nuevos procesos de producción más sostenibles.

Todas estas tendencias impulsan la transición, modernización y diversificación de los procesos de producción de las empresas y su participación en nuevas industrias emergentes que representan nuevas cadenas de valor o la reconfiguración de otras ya existentes, como consecuencia de una idea disruptiva (o convergencia de ideas) que se convierte en un nuevo producto o servicio de mayor valor añadido.

Así las cosas, si en verdad se pretende favorecer la transformación productiva de Balears, es preciso rehuir posiciones extremas, tanto las que recurren a la especialización pura como las que propugnan la diversificación total. Lo que se necesita es alimentar una diversificación especializada y promover una variedad limitada de actividades. Alimentar y promover dos acciones que obligan a elegir las áreas en las que Balears desea ser próspera en los próximos años (qué producir) y sobre qué fundamentos desea serlo (con qué eficiencia). Un primer paso que obliga a tomar en cuenta las actividades que hoy operan en el archipiélago y medir su capacidad de absorber tecnología y conocimiento con garantías de mejorar la productividad. Esta es la primera tarea que deberán abordar los agentes económicos y sociales de las islas si en verdad, tal y como reconoce el pacto de gobernabilidad, se quiere impulsar en estos próximos cuatro años el ‘cambio de modelo’. Será cuestión de no demorarse más.